Relaciones de viajeros

308 ESTUARDO NU&EZ mercaderías y abrió tienda. Su nombre era Vives, y, siendo frugal y diligente, juntó algún dinero en época que muchos propietarios de minas valiosas deseaban deshacerse de ellas: preguntaron a Vives si quería comprarlas. Naturalmente sorprendido por la propuesta, contestó no tener fondos para pagarles; pero los propietarios que tenían buena opinión de él convinieron en otorgarle plazo para el abono de las instalaciones, que montaba a 300.000 duros. En breve tiempo Vives canceló esta suma, y, adquiriendo otras mi"' nas, llegó a ser el hombre más rico de Paseo. Todo el mineral se saca de las minas sobre cabezas de indios que conducen así tres arrobas o setenta y cinco libras. Desde la bocamina se lleva a lomo de mulas o llamas, a las haciendas don– de están los ingenios o casas de fundición y :rn'olinos para moler la ganga, antes de amalgamarla. Esta operación a veces es un nego– cio aparte, y el minero en tal caso paga tanto .por ciento por el tra– bajo de acuerdo con la riqueza del mineral. La plata, luego de ex"' traerse de la ganga, se llama plata piña y no tiene aleación; en este estado se compra por los capitalistas de Paseo, que adelantan di– nero a los mineros. La plata luego se funde en grandes lingotes, y después de pagar el quinto del rey, que sube al 15% más o menos, se envía a Lima a lomo de mula y se cambia en la Moneda por el mismo peso en duros, devueltos inmediatamente a Paseo. Comprar plata, transportarla a Lima y recibir los duros en cambio, ocupaba en término medio un mes, y se calculaba el producto, libre de gas– tos, de 2 a 2 y medio por ciento de ganancia y por viaje, de modo que el capitalista podía realizar de 24 a 30% anual sobre el dinero así empleado, sin riesgo, pues el precio de la plata era siempre fijo, y, antes de la revolución, rara vez se oía de un robo: los arrie– ros que llevaban plata eran responsables de la carga. La maquinaria empleada en Paseo perteneció a la casa de Arizmendi y Abadía: se suponía costar un millón de duros y em-1 pezaba justamente a trabajar cuando el comienzo de las hostilida– des destruyó las doradas perspectivas de esta firma, antes famo– sa. Iban a recibir un porcentaje por sacar el agua de las minas, sobre toda la ganga extraída, y se calculaba que, en muy breve tiempo, hubieran reembolsado el gran capital invertido. Habiendo mencionado los nombres de esta casa, antes célebre en el Perú, y ciertamente en toda Europa, haré breve relación de su caída, relacionada con la historia peruana. Abadía, español de nacimiento, era hombre de principios ilustrados e inteligencia bien cultivada: hablaba inglés y francés con facilidad, habiendo apren– dido el primero durante su residencia en los Estados Unidos. Su

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