Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 313 jos atormentadores, las pulgas, no me hubieran fastidiado con ex– ceso: en el momento que cualquier pobre extranjero les trae san– gre nueva, parecen dejar su antiguo alimento y atacarle con doble vigor. Dejé Obrajillo al día siguiente de retorno a Lima y marché duro para llegar a Cocoto el mismo día, distancia de cuarenta mi– llas. Al aproximarme a unas cuantas cabañas diseminadas que com ponían el villorrio, pasamos una choza solitaria donde la rama col– gando en la puerta anunciaba al indio sediento que la deliciosa chicha se vendía adentro. Aquí se reunían numerosos jinetes que al vernos se pusieron a gritar: uno de ellos, desprendiéndose del grupo, se acercó a mi compañero y con sable empuñado le orde– nó que le siguiese. Aunque sospeché al hombre ebrio, temí, sin em– bargo, haber caído en malas manos, y sacando una pistola, cami– né hacia el sujeto, y poniéndole la pistola montada en la cabeza le ordené dejar el sable. Sus compañeros se adelantaron y me su– plicaron no descerrajase, pues el hombre no era ladrón sino "un cristiano borracho". El jinete la escapó buena, pues mi dedo esta– ba en el gatillo a punto de apretarlo, y díjele cuán cerca había es– tado de pagar por gastar bromas con pasajeros tranquilos. El po– bre muchacho hizo después todo lo que pudo para expiar su locu– ra y nos invitó a pasar la noche en su rancho, a lo que accedí, para convencerle de que no le tenía mala voluntad. Halléle propietario de gran parte del valle y, para indio, hom• bre rico; él y sus amigos empinaban el codo en la pulpería, cuando viéndonos aproximar se ciñó el sable de una persona de Lima, con la intención única de asustarnos. Era un loco alegre, y mientras marchábamos a su casa, hacía saltar su caballo adelante y atrás so– bre las altas pircas con riesgo inminente de quebrarse el pescuezo. Cuando llegamos al rancho pidió de cenar con gran aire autorita– rio, y, mientras se cocinaba, tomó la guitarra y cantó la siguiente canción española en elogio de su licor nativo: Patriotas, el mate De chicha llenad, Y alegres brindemos Por la libertad. Esta es más sabrosa Que el vino y la sidra, Que nos trajo la hidra Para envenenar.
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