Relaciones de viajeros

318 ES!UARbO Ntrnt!.Z de la Plata, a causa de la prisión de algunos de sus oficiales por ma– la conducta; pero fue sofocado el motín por el general Martínez que mandaba las tropas argentinas, y se restableció el orden. No muchos días después, Bolívar, encontrándose insuficientemente fuer– te en su posición, y, como decía en sus comunicaciones al gobier– no, que no confiaría en nadie, sino en las tropas colombianas, en• vió por el batallón de Vargas, hasta entonces de guarnición en las puertas del Callao, ordenando, con alguna imprudencia en consi– deración a los desórdenes recientes, que el regimiento Río de la Pla– ta y el número 11 de los Andes, guarnecieran los castillos en vez de las tropas colombianas ( 1). El 5 de febrero, como a las ocho de la mañana, nos alarmaron gritos horribles en las calles, y, precipitándonos a las ventanas, vi– mos que la gente corría a sus casas, e inmediatamente cerraba las puertas. Gran concurso de gente había en el mercado cercano y pro· ferían los gritos más afligentes, buscando cobijarse en cualquier parte. Me figuré al principio que la alarma provenía de un terremo– to; pero un momento de reflexión me convenció de que ésa no podía ser la causa, pues la gente en tal caso se precipitaría de las casas a las calles en vez de refugiarse adentro: además, sonaban violentamente las ·campanas tocando somatén y jinetes galopaban por las calles en todas direcciones. Así que pude encontrar a cual– quiera bastante comedido para decirme la causa, supe que la guar nición del Callao se había amotinado y se decía que estaba cerca de las puertas de Lima disponiéndose para saquear la ciudad. Esta última parte de la noticia no resultó cierta, y una quietud relativa se restableció por esfuerzos del gobierno. Pero aún se sentía, en todas las clases sociales, la inquietud más febril: la plaza esta– ba llena de grupos conversando con la mayor seriedad y todos los rostros traslucían los síntomas del temor y desesperación. El gobierno publicó la misma mañana una proclama ordenan– do se cerrasen todas las tiendas y asegurasen o enterrasen todos los valores; las puertas de la ciudad se cerraron y se mandaron oficiales a Bellavista, para entrevistarse con los jefes del_ motín. También 400 cívicos y un batalloncito chileno marcharon al cami– no del Callao para evitar sorpresas. A mediodía oímos claramente los cañones gr andes d~l Callao e inmediatamente corrieron rumo· r es sobre la causa de los cañonazos. La incertidumbre era horroro– sa, particularmente entre los ingleses que no solamente tenían en (1) Guarnecían el Callao, según el general Mitre, el batallón Río de la Plata, el número 11 de los Andes y una brigada de artillería chilena.-N. del T.

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