Relaciones de viajeros

lU:.LACIONES DE. VIAJEROS 319 el Callao la mayor parte de sus bienes, sino que temblaban por la vida de los residentes ingleses, conocido el carácter sanguinario de los negros. Con gran dificultad, el general Correa, segundo de Mar– tínez, pudo entrar a los fuertes: a él y otros oficiales les hicieron fuego repetidas veces, lo que explicaba la artillería que habíamos oído. Los motineros les manifestaron su exigencia de que se les pa– gase lo que se les debía montante a 60.000 duros, y otorgase pasaje libre del Perú. Se habían sublevado al parecer de noche, al mando de los sargentos y cabos, tomando y prendiendo a sus oficiales. El actual comandante era un tal Moyana, sargento. Primero había sido ayudante de un coronel, al servicio de San Martín, cuyo nombre ol– vido, y fusilado en Lima por motín: su ayudante Moyana fue reba– jado a las filas, pero, con su buena conducta, ganó las jinetas de sargento. El gobierno rápidamente se trasladó a Bella.vista para tratar de que los motineros se sometieran, y, en el intervalo, la ciudad que– dó en la alarma e incertidumbre más horribles. .Al segundo día, llegó un inglés del Callao, con la noticia de que los motineros exi– gían una contribución de 10.000 duros, a pagar ese día, o saqueo del lugar: le permitieron venir a la ciudad para conseguir dinero, comprometiéndose a regresar en dos horas. Mencionó que a todos los barcos del puerto que no habían escapado hasta ponerse fuera de tiro, se les quitaron los remos y velas y fueron muy saqueados, lo mismo que los depósitos del Callao. El 10 de febrero, al venir el día, se vio flamear la bandera es– pañola en el fuerte principal del Callao, y por tanto parecía desva– necida toda esperanza de arreglo. Parece que la paga de las tropas argentinas se había entregado con bastante regularidad al general Martínez, hombre de carácter sin mérito, quien en vez de pagar a los regimientos, se apropió del dinero para satisfacer sus propias extravagancias. Cierto es que las tropas se amotinaron al principio por esta causa; pero, cuando reflexionaron, vieron que habían ido demasiado lejos para cualquier esperanza de perdón por parte de los patriotas; y si el gobierno hubiese satisfecho sus exigencias di-– fícilmente se habrían establecido en parte alguna de Sud América sin tachárseles de motineros. Esta consideración fué hecha por los prisioneros realistas del Callao, que les aconsejaron por tanto, el solo paso que podían dar, de izar la bandera realista, lo que les ase– guraría recompensa en vez de incurrir en castigo seguro. Los moti– neros adoptaron este temperamento y, dando libertad a los prisio– neros, colocaron a un tal Casariego al frente de los asuntos civiles

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