Relaciones de viajeros
322 EStUARDO NU1'1EZ como sabía que los establos seguramente se registrarían, llevé los míos por la escalera a los altos y los encerré en un cuartito pasán– dolos por la sala y el comedor, desparramando paja para que no se oyera el ruido de las pisadas. Los que no fueron tan precavidos perdieron muchos caballos, y en algunos casos, donde se resistía la requisa, los soldados la verificaban a la fuerza. Así que una parti– da había salido de la casa, quizás llegara otra, sin exhibir ninguna autorización, las dos requísando por sí y ante sí. De la provisión de pasto verde se apoderaban en las puertas de la ciudad para "los caballos del Estado", y lo poco que se permitía pasar servía de hilo para descubrir el sitio donde había caballos escondidos; con este objeto los soldados espiaban en las calles y vigilaban donde se com– praba alfalfa. Los animales se redujeron así a la más ruin condi... ción, pero inventé mantener vivos a los míos dándoles algunos re– pollos y sandías. Las comunicaciones, largo tiempo esperadas, de Bolívar al Con– greso, al fin se recibieron, pidiendo el nombramiento de un presi– dente eficaz, en reemplazo de Torre Tagle al que ahora sospechaba solapadamente de traición. Este hombre, a su turno, sintiendo de– clinar su poder, hizo todo empeño para excitar el odio público con– tra Bolívar. Por tanto, esparció la noticia que el Libertador había resuelto saquear la ciudad y alistar de soldados todos los varones. Estas noticias dadas como autorizadas, produjeron el efecto de de– sesperar la gente y no sabían dónde volverse en busca de socorro. Con una guarnición amotinada, a sólo seis millas, con un enemigo avanzando sobre la ciudad y la creencia de que las tropas colom– bianas, cuyo auxilio habían pedido, intentaban saquearlas de los últimos b ienes que les restaban, no es de admirar que muchos vol– viesen los ojos al partido más fuer te, y casi quisieran doblegar el cuello al antiguo yugo , antes de volver a luchar con la adversa for– tuna. Con estas siniestras impresiones, muchos acariciaban en se– creto aún la aparición de fuerzas regular es españolas que pusiesen fin al menos a las enormidades cometidas con los habitantes inde– fensos, estableciendo alguna policía. El 10 de febrero, el Congreso pub licó una proclama, relevando a Torre Tagle de la presidencia, y afirmando que lo desesperado de la situación requería las medidas más prontas y eficaces : en con– secuencia, los congresales se disolvieron el 20 de febrero, poniendo todo el poder dictatorial en manos de Bolívar, y anulando la Cons– titución; pero requiriéndole al mismo tiempo acatamiento a las le– yes, en cuanto fuese compatible con la seguridad de la causa inde– pendiente. Por la tarde del mismo día el general Necochea lanzó
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