Relaciones de viajeros

334 :EsttJARúO NU&~Z Contestó: "Muy bien, señor; que mi gobierno y el suyo discutan este asunto: yo procederé como crea oportuno". Hallando que nada bueno sacaría de hablar con él, y con las puntas de mis pies casi pisadas, mientras él trataba de sacarme del cuarto con repetidos "adiós", me despedí, sin haber logrado per_, miso siquiera para embarcar mi familia. Al salir de su pre– sencia, inmediatamente resolví el camino a seguir y después de una visita apurada a mi familia para hacerla saber el mal resultado de mi gestión, caminé directamente al muelle y fui a bordo de la corbeta de S. M. Fly de diez y ocho cañones, con la intención de re– clamar protección en mi calidad de súbdito británico. No hallándose a bordo el capitán Martín, le escribí una carta expresándole el objeto de mi venida, y añadiendo esperaría hasta poder verle, lo que esperaba fuese por la mañana. Pasé, como se ima– ginará, noche muy intranquila: después de sufrir tantas vejaciones en el país, y después de haberme, como creía, habilitado para vol– ver a mi país natal, parecía duro, en efecto, perder en un mamen· to toda esperanza de retorno por algún tiempo, con riesgo quizás de ser encarcelado. Para mi familia habría sido particularmente desa– gradable retornar a Lima, pues habíamos dispuesto de todo el mo– blaje, etc., traídos de Inglaterra. El martes, a eso de la una, el capitán Martín vino a bordo de la Fly sin poder ver a Rodil, que estaba muy ocupado. Convenimos que el capitán Martín intentaría ver a Rodil por la tarde y tratar primero de hacerle desistir amigablemente; pero, como último re– curso, el capitán Martín me reclamaría como súbdito británico. Por la tarde mister Cragg, capitán del Crown, vino a bordo para verme, enviado por el capitán Martín a decirme que no había podido per– suadir a Rodil a cambiar de resolución, pues insistía en que yo había violado la neutralidad y no dependía de él cualquier proce– der que observase conmigo. El capitán Martín, sin embargo, había conseguido permiso para que se embarcase mi familia. Me contra– rió en extremo cuando supe que el capitán Martín se había ido del Callao para Lima, sin escribirme siquiera, o aconsejarme mi futura conducta; y sentí, en el enojo del momento, que por haberme refu– giado en un barco del rey, y pedido por escrito oficialmente su pro– tección, me debía haber r eclamado del gobernador Rodil o dádome alguna razón satisfactoria por no proceder así. Además, su visita a Lima casi impedía la posibilidad de trato entre nosotros, por ha– bérseme prohibido salir del Callao; y quedaba solamente un día entero antes de zarpar el Crown para que diese los pasos a fin de emba rcarme en él.

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