Relaciones de viajeros
338 ESTUARDÓ NUSJ:E.Z Los dos hombres empezaron a remar y yo timoneaba, pero el mar estaba tan picado y el bote era tan pesado, que encontré no alcan– zaría al Crown aunque su verga mayor estaba en facha: entretanto la linda galera del capitán del puerto con muchos remeros venía li– ger~ hacia mí. Fue un momento de ansiedad; no obstante, estaba afortunadamente muy tranquilo. Soplaba lindo viento en la bahía e hice que los dos boteros dejasen los remos por el momento e iza· ran vela que, aun cuando la operación tomó bastante tiempo, cuan– do se extendió, arrastró por el agua la vieja tina en que nos encon– trábamos mucho mejor que los remos. La falúa nos aventajaba ligero, pero ahora yo había ganado el Crown y después de unos minutos fastidiosos, corría paralelamente al costado. Así que me agarré de la cuerda que me tiraron, toda la tripulación del Crown y del bote de la Fly se ocupó empeñosamente en disponer las velas, yo con mi baúl fuimos izados inmediatamente. El capitán del puerto esta– ba entonces a cíen yardas de nosotros agitando el sombrero y em– pleando gestos violentos para que nos parásemos; felizmente, no tenía probabilidad de alcanzarnos y pronto lo perdimos de vista, pero no antes de verle vorazmente posesionarse del bote en que me había escapado. Después de mi arribo a Inglaterra supe que los dos boteros que inocentemente me habían ayudado fueron castigados con severidad; y Rodil destituyó de su empleo al capitán del puerto, por sospecha de estar en connivencia conmigo. Había sido culpable de alguna negligencia, así como el oficial y centinelas del muelle delante de quienes tomé el bote. La verdad es que el aire confiado que mi ami– go y yo afectamos oportunamente hizo creer a los guardias que no teníamos ningún designio impropio, pues no esperaban hubiéramos hecho la tentativa en pleno día. De nuestro viaje de regreso es innecesario decir algo, pues sería difícil decir nada nuevo. Encontramos mar bravo, aunque no con mal tiempo, al doblar el Cabo de Hornos; y llegando a Río de Ja– neiro en el Crown, nos embarcamos allí a bordo del paquete para Inglaterra. No obstante las muchas congojas que pasé, y dificultades que hube de vencer durante casi todo el tiempo de mi estada en el Perú, siempre me alegraré de haber visitado, ciertamente bajo todos los respectos, la parte más interesante de Sud América, si no del he– misferio occidental.
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