Relaciones de viajeros
352 ~STUAltúó NUI'l:~Z Pero durante nuestra permanencia, los negociantes experimentaban las mayores dificultades en procurarse cargamentos de retorno, en– contrándose reducidos a exportar las piastras que habían podido obtener. De otro lado, la penuria de dinero socavaba los negocios, viéndose constreñido el gobierno a poner en circulación un papel moneda impreso sin valor, desde su aparición, para los comercian– tes extranjeros. Se había tomado una medida todavía más desas– trosa para la confianza, y las piezas de cobre de un valor real de un sol, con un curso fijo y legal de 25 soles, habían contribuído no po– co en herir de muerte a todas estas transaciones. ¿Quién habría imaginado que el Perú, de donde salieron durante tantos años can– tidades de numerario tan grandes, se encontraría en la dura nece_, sidad de poner en circulación por vez primera piezas de cobre que representaban un valor ficticio? Los armadores de Burdeos debie– ron haber hecho pérdidas considerables en esa época, tanto más cuanto que los intermedios le habían sido cerrados por un severo bloqueo: los españoles tenían todavía en esa época Pisco, Arequipa y Arica. Los primeros billetes de la banca de Lima aparecieron en 1821, habiendo sido en 1822 que ·se acuñaron los pesos con los em– blemas de la república. El Perú ha sido el último virreinato de que fueron arrojados los españoles (6). Grandes vicisitudes marcaron las hostilidades de los partidos realistas y republicanos; y los reveses como los éxi– tos pasaban sucesivamente de un campo a otro: la causa de la in– dependencia triunfó al fin, y la corona de España vio desvanecerse, sin esperanza, su autoridad sobre esta rica América que ella había conquistado al precio de tantas masacres, y con un heroísmo em– pañado por el más cruel fanatismo. Debe España a su posición la inmensa preponderancia que ha disfrutado en el mundo, así como su influencia en los asuntos de Europa; pero también ha debido a sus conquistas ese oro que ha destruído su industria, ablandado su genio y r emachado las cadenas que le forjó con arte un clericalismo invasor y enen;ligo de las luces . A raíz de mi paso por Lima, los republicanos trataban de res– tablecer el orden en las finanzas, disipadas hasta ese día, sin pudoJ . La junta administrativa, compuesta de tr es miembros, y los dipu– tados de las provincias, reunidos para promulgar leyes, se vieron acusados de debilidad, de cobardía y hasta de traición, por el pue– blo, consecuencia natural de la derrota de las tropas de la Repú- (6) Desde Francisco Pizarro, su fundador en 1534, hasta don José de La Serna, el último gobernador español, arrojado en 1821, se cuentan cua– renta y tres virreyes.
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