Relaciones de viajeros
26 ESTUARDO NU~EZ hubieran sido rehusadas, hay una gran probabilidad, que yo hu– biera dejado este lugar hace mucho tiempo. Después de experimentar un buen reta,rdo, y cuando mi peque– ña reserva de paciencia se había agotado, pedí mi pasaporte. Sin embargo, el mismo individuo que tan a menudo me había entre– tenido con distintas promesas, se ingenió también, para dilatar mi pasaporte, y me dejó esperando días de días, con todo aguan– tado para mi partida. Entonces, se acordó entre nosotros que desde que el plan escolar que teníamos en vista, no se podía llevar a efecto por fal– ta de fondos, debería quedarme tres o cuatro semanas, para en– señar a algunas personas el plan y sistema Lancaster. Con tal motivo, cerca de doce personas vinieron a mi alojamiento, una vez al día, para darles las instrucciones anteriormente menciona– das. Al terminar el tiempo acordado, estos individuos estaban tan contentos con el plan nuevo, que algunos de ellos presentaron el asunto al ministro, quien con todo gusto se hizo cargo de él; se acordó que debía quedarme, y que lo que se pedía debía ser concedido. Pensé que por esta vez era sincero, y creí que lo era; pero, otra vez, fuí objeto de espera de semana en semana, hasta que me di cuenta que estaba en las mismas circunstancias que anterior– mente. De nuevo pedí mi pasaporte, y mientras tanto, escribí una carta al Congreso, detallando todo lo que había pasado des; de el mometo de mi llegada a Lima, y, concluyendo por declarar, que estaba decidido a dejar el país en el primer barco que salie– ra del puerto, pero, que regresaría o enviaría a otra persona que supiera el plan para los colegios, si es que el Congreso expresaba su interés por ello. El resultado de este comunicado, fue más allá de mi expee– tativa. Tan pronto como fue leída mi carta, se tomó un gran in– terés por el tema, y se acordó unánimemente, que la escuela de– bía empezar, tan pronto como fuera posible. En conformidad se emitió una orden, diciendo que todo lo que necesitara para seguir adelante, debería acordarse inmediatamnte. Cuando escribí al Congreso, tuve muy poca esperanza de que estuvieran dispuestos a llevar adelante el plan, ya que, no hacía mucho tiempo, habían resuelto hacer la mayor economía con las arcas públicas, y no llevar a cabo nada que no fuera de suma ur– gencia. Esta resolución era muy necesaria por el bajo estado de
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