Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 359 llamada carapallos, cuyas hojas dísticas, ásperas y consistentes, es– tán dispuestas de un modo flabeliforme. Los bordes de muchos cultivos están adornados de ipomeas de grandes campánulas azules, de capuchinos, a los que los criollos llaman mortues, de ricinos palma-christi. Los bordes de las fuentes, frescas y herbosas, están provistos de cañaveras, de pasionarias de muy pequeñas ho– jas verdes, de helechos de una nicotiana. El floribundio o datura de grandes flores, y la plumiera de flor roja, son los arbustos que pa· recen ser preferidos por los peruanos. Las costas meridionales es– tan dotadas de prados flotantes de macrocystos piríferos, las del Callao no nos han mostrado sino el macrocyste pomifero, notable por sus frondas enteras, no dentadas, y por sus formas cenceñas. Tal es el aspecto de un país que es visitado cada año por un gran número de europeos, y en el que, pese a una corta permanencia y de limitadas excursiones, hemos podido conseguir', sin embargo, di.. versas nuevas especies de aves. Entre las rapaces mencionaré en primer lugar dos cathartes [¿gallinazos?, N. del T.], que son protegidos por las leyes del país, que no permiten se les agreda. Las costumbres de éstos se han he– cho tan familiares, que se ve que no tienen temor, y así como las aves de corral, están en medio de la calle o sobre los techos de cada casa. Su utilidad es tanto más apreciada en una temperatura cons– tantemente elevada y bajo un cielo en que viven españoles, que estos animales son los únicos encargados de hacer la baja policía, en re– lación con los preceptos de la higiene pública, limpiando de carro.. ña y de toda clase de inmundicias los alrededores de las viviendas, donde por Ja incuria de los habitantes éstas se amontonan, en me– dio de una indiferencia y apatía. Se me ha dicho que se impone una fuerte multa a quien mate uno de estos animales, y el público mis– mo mostró su gran descontento una vez que, en procura de una de estas aves para nuestra colección, disparé yo contra un grupo de ellas. El aura o catharte, de cabeza rojiza, que existen en abundan– cia en toda la América meridional, es mucho menos común en Li– ma que el urubu o catharte de cabeza negra. Este pájaro despide un olor repugnante y nauseabundo, el que, aun a cierta distancia, es todavía muy fuerte, lo que da un testimonio de sus depravados gustos. La lechuza gris, que se cava sus madrigueras, teniendo la cos– tumbre de posarse sobre los montíeulos de tierra, suele ser muy común en los campos. Los gorriones son de numerosas especies, teniendo la mayor parte de ellos un plumaje matizado agradablemente. Vemos, así,
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