Relaciones de viajeros

TRAVESIA DEL CALLAO A PAITA* Permanencia, en Paita (Del 10 de marzo al 22 del mismo mes) Para el observador nada hay mudo en la tierra: Absorto, el universo se hace su tributario. Aventarse al azar, ver todo, no juzgar nada, Es recorrer el mundo, pero eso no es viajar. (Voltaire). El 4 de marzo, la Coquille vio desplegar sus velas henchidas por una brisa suave, aunque favorable, y su estela surcó a lo largo de la costa peruana, en mar hermoso y uniforme. Nada notable para seña– larse en esta corta travesía, con excepción de una pequeña particu– laridad de historia natural bastante interesante, por mucho que se haya presentado ya a varios navegantes antiguos. En la jornada del 8, a eso de las cuatro de la tarde, se presentaron a nuestra vista anchos espacios de mar, de un color sanguíneo: nuestros marinos cre– yeron en la existencia de bancos profundos, sobre los que arrojamos una sonda que, alcanzando hasta ciento cincuenta brazadas, no dio resultado alguno. Tomé de esta agua en un vaso de cristal, sin que su transparencia natural se empañase; pero, al filtrarla, obtuve una gran cantidad de animalículos crustáceos, de una extraordinaria sutileza, tan brillantes como un punto de cinabrio, lo que daba al agua esta apariencia roja, muy viva; así como es suficiente algunos átomos de carmín para colorar el líquido de un vaso de una cierta capacidad. En la mañana del 9, la Silla de Paita, montaña cónica elevada, se nos apareció en medio de una espesa bruma, y centenares de pelícanos retozaban alegremente a una pequeña distancia de la playa. La Coquille alcanzó pronto el puerto, en el que se hallaba anclado un ballenero inglés, la Duchesse de Portland. (*) Corresponde al cap. VI.

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