Relaciones de viajeros

n.ELAC!b.NES DE VIAJEROS 385 patriarca: "Yo he educado a su juventud -me decía él-, y ellos a su vez, deben velar por mi vejez". Y, en efecto, todo se hacía sólo por sus consejos y cuando previamente se había obtenido su asen– timiento. Su hijo mayor Kossé (José), de cuarenta años de edad, casado y padre de varios niños, no quieso sentarse a la mesa, a pe– sar de mi súplica, un día en que yo comía con su padre. Y no to– mó asiento sino cuando el padre le dijo: "Don Tomás (tal era el nombre que yo adoptaba en mis correrías) lo permite. Siéntate, hijo mío". Las mujeres, por ejemplo, consideradas como criaturas de un nivel inferior, no son nunca admitidas allí. Sus funciones se limitan a preparar la comida y a servirla. En una comida que el capitán ofreció al cacique Matcharé y a sus hijos, yo me encontré con ellos, y seguí con interés los movimientos del anciano, que imi– taba, lo mejor posible, nuestros gestos y acciones para beber y co– mer, y que ordenaba, luego, a sus hijos para que hiciesen lo mismo. Lo que lo ocupó principalmente durante toda la comida, fue el re– trato de Luis XVIII, bello grabado hecho por M. Sauvé. "El me mira -decía él-, y sus rasgos respiran la bondad, y ya no me asombra que tenga hijos tan buenos. Es porque se parecen a su padre'' (8). La fisonomía general de cada peruano parece haber salido de un mismo molde. Los rasgos de semejanza que he advertido entre todos los hombres que he visto, eran asombrosos, y uno estaría tentado frecuentemente a vincular a una misma familia a los indi– viduos que uno encuentra aislados aquí y allá. Su talla es ordina– riamente mediocre, y apenas si pasa de cinco pies y dos o tres pul– gadas. Sus miembros, pocos formados, generalmente son débiles y redondeados. Su color es el de bronce ligeramente claro o de cobre rojizo. Su rostro es oval, la nariz ligeramente aquilina y muy rara vez achatada. Las narices son dilatadas, los labios un poco grue– sos y la boca hendida: en conjunto, todos sus rasgos son bastante regulares y revelan una gran dulzura de carácter. Su cabellera, lar– ga y lacia, es trenzada a la española en trenzas que caen sobre la espalda. Por lo general, las mujeres son inferiores a los hom– bres: todas tienen una talla pequeña, la cara es abocardada en el sentido transversal, lo que da a sus rasgos formas irregulares y masculinas. Apenas si vi yo dos o tres que podían pasar por bom– tas, a pesar de que estaban todavía en la época de la pubertad, en el momento de la floración de la vida. Lo hombres andan vestidos (8) Un hombre qu e casi un primitivo, no es con iderado como buen fi– sonomi ta; y o cito esta frase porque ella pinta la idea morale d 1 buen Matcharé.

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