Relaciones de viajeros

386 ESTUARDO NU:t\tEZ a la europea, y aunque bajo la influencia de un vivo calor como consecuencia de su proximidad a la línea ecuatorial, están cubier– tos de chalecos y de pantalones de grueso casimir azul, que consi– guen en Paita. Como tocado, usan un ancho sombrero de paja y caminan con los pies desnudos. El arreglo de las muj eres es muy sencillo. Consiste en una amplia sotana negra, de anchas mangas, que flota sobre el cuerpo sin ceñirlo y al que protege sin necesidad de ropa interior o cualquier otra tela. Las más pudientes adornan solamente la gorguera con una especie de camiseta bordada con hilos rojos o azules. No se conoce el uso del calzado, y la cabeza, casi siempre descubierta, a veces suele estar envuelta con un retazo de tela negra. El tejido que se dedica a la confección del traje, es de algodón y se fabrica en el país. He visto a muchas mujeres ocu– padas en tejer, mediante procedimientos muy sencillos, pero al mismo tiempo muy largos, esta tela que se tiñe de negro con las vainas de una leguminosa que se llama chiaran (9), y que crece en las montañas, tinte de un bello negro y muy. fijo. Los niños van completamente desnudos, expuestos al ardor del sol. He visto chi– cas de doce años, época en que son núbiles en los países cálidos, que no llevan traje alguno en el cuerpo, y que no tienen, en la ino– cencia de las costumbres primitivas, ninguna idea de indecencia por esta desnudez. Todos los indios de Colán saben, por lo general, leer y escribir en la lengua española, y hay una escuela levantada por eclesiásti– cos, que es frecuentada por todos los muchachos de la región. Los peruanos de la clase más pobre se dedican especialmente a la pesca: los más acomodados crían sus ganados o cultivan sus propiedades situadas en las montañas. Allí viven los miembros de la familia que envían a Colán el ganado y las cosechas destinadas al aprovisionamiento de la población de Paita. No tienen industria particular alguna, como no sea la de hilar el algodón y la de tejer con ese hilo su tela. Su mobiliario se limita a algunos utensilios la– brados en los frutos de la calabaza. Los niños de tierna edad se acuestan en hamacas en fibras de pita, mientras sus padres duer– men en esteras tendidas en el suelo. Sus comidas son simples, no conocen el uso del pan: comen maíz tostado toscamente ma– chacado, al que le agregan mandioca y camote. Las gusta la carne de puer to, seca al sol o en salazón. Eso es para ellos un regalo, pe– ro para cocer la carne, ellos no conocen sino la ebullición en una marmita de fierro. Su bebida ordinaria, es el agua pura, a la que (9) Este árbol es el prosopis siliquastrum, siendo sus vainas las que dan este tinte negro muy permanente.

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