Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 395 abandona en el rincón más alejado de la cabaña, con lo que el due– lo termina mucho antes de su muerte. Los habitantes de Paita si– guen las costumbres de Chile, de celebrar con danzas y fiestas la exposición del cadáver sobre un estrado en las encrucijadas. La reverberación del sol en las arenas produce inflamaciones muy vivas en los ojos, así como el uso de aguas terrosas y salinas parece que es allí la causa ocasional de retenciones de orina, muy frecuentes en la región. Allí se presenta frecuentemente la fiebre con los tipos intermitentes que toma en Europa, y se la combate con in– fusiones de cuquirao y de chinininga, plantas amargas, apreciadas al igual que la quinquina. Hay otra enfermedad más asquerosa y más inveterada que predomina en Paita con una predilección que invitaría a creer que su malignidad depende de la vecindad de su cuna. Finalmente, la disentería viene a coronar este conjunto de en– fermedades, de que es presa la pobre especie humana, y más de una persona de nuestra dotación vio comprometida su salud en nuestra corta estada en este triste país. La temperatura de la bahía de Paita, durante nuestra perma– nencia, fue constantemente cálida. Los vientos reinantes comenza– ban en la mañana con calmas y algunas veces con ligeras brisas desiguales de la parte S. S. E., o del E. S. E. A eso del mediodía, el viento tomaba consistencia, viniendo entonces a refrescar la atmós– fera abrasada. Ordinariamente, cada tarde, a eso de las seis, el aire dejaba de agitarse, adviniendo la calma más perfecta al ponerse el sol. La mar, en la rada, era pareja, y apenas una arruga ondulaba en su superficie. Un solo día se volvió chapaleante: muy a menudo se ofreció a nuestra vista el fenómeno que se había presentado an– te el Callao, con sus aguas rojas; y durante la noche, relumbraban con la más viva fosforescencia. El cielo era notable por su sereni– dad, aunque su bóveda de azur, esmaltada de estrellas, se oscure– ciese todas las noches con sus nubes grises y sueltas, las que se oponían a las observaciones astronómicas. La lluvia cae rara vez en la costa, pero cuando llueve en ella, es en forma de aguaceros súbitos y abundantes, que surcan el terreno haciendo torrenteras profundas. Los temblores se producen con una constancia que com– prueba la existencia, en el Perú, del número de grietas subterráneas en las que se agita y se esfuerza su causa productriz. Nuestras ob– ~ervaciones físicas fueron fijadas con bastante uniformidad en vein– tiocho pulgadas en el barómetro, en veintiseis o veintiocho grados centígrados en el termómetro, a mediodía: el calor difundido en la atmósfera lo mantenía a medianoche todavía a Yeintitres o veinti– cinco; mientras que expuesto al sol, a las tres de la tarde, el mercu-

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