Relaciones de viajeros
396 ESTUARDO NU&EZ rio llegaba a cuarentiocho grados centígrados. La temperatura del agua de la bahía fue, con bastante uniformidad, de veinte a veinti– tres grados a mediodía, y de dieciocho a veintiuno, en la noche. Tal es el conjunto del clima de una región, que es interesante conside– rarlo desde el punto de vista de la historia natural. Toda la costa, desde Paita hasta Colán, no se compone sino de un cantil cortado abruptamente del lado del mar, cuya cima forma una vasta meseta regular, qu,e se extiende a una altura de unos treinta y siete a cuarenta toesas, aproximadamente, la que descien– de solamente en los aguazales en que va a perderse el río Colán. Este cantil del litoral viene a ser el borde natural de una vasta lla· nura, perfectamente uniforme, compuesta enteramente de estériles arenas marinas que se extienden hacia el interior hasta el valle de Piura, a catorce leguas de distancia de Paita, y hasta la Silla, pe– queña cadena de montañas esquistosas, situadas a cinco o seis le– guas solamente de este último pueblo, y en su parte meridional. Esta llanura se compone solamente de arenas y detritus de con– chas: no hay huellas de senderos que permanezcan mucho tiempo en este suelo arenoso que los vientos revuelven frecuentemente; nm– guna planta crece allí fijada en sus raíces, capaz de destruir con su follaje el aspecto seco y triste. Sólo algunos derrumbes o hundi– mientos de trecho en trecho en el suelo, ofrecen algunos arbustos calcinados, y raquíticos, que crecen al pie de pequeñas dunas que los protegen. La base de todo el terreno es de formación primordial, y se compone de rocas talcosas phyladiformes. Se ve que estas rocas forman por entero la costas y las orillas del sudoeste de Paita, así como las montañas de la Silla. Pero la meseta del sur de Paita, sobre el que habían construído un fuerte, y que está a una altura de más o menos treinta y cinco toesas sobre el océano, y constituída completamente por esta clase de rocas, se hunde al norte de este pueblo, pues este terreno de phyllade no se encuentra más en esta parte, sino al nivel del mar, y soporta enteramente el vasto jirón de suelo terciario, del que habremos de hablar en seguida. Esta roca talcosa y phyladiforme, es el conjunto de hojas dirigidas de este a oeste, bastante delgadas, de un azul negruzco, friables en su super– ficie superior, duros y consist~ntes en la porción más inferior, y sur– cadas por desiguales venosidades de cuarzo amorfo, en sentido verti– cal. La superficie de este terreno está compuesta exteriormente de un esquisto arcilloso, tanto más terroso y friable, cuanto ·más arri· ba esté. Entre la formación primordial y el terreno terciario, existe
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