Relaciones de viajeros

398 ESTUARDO NU~EZ sos bancos de desechos fósiles de que está compuesto, serían suce– sivos depósitos precipitados por el mar, calmadamente, por lechos regulares y en un tiempo bastante corto. Mas estos r-estos, forma– dos casi excbsivamente de conchas marinas, no merecen propia– mente el nombre de fósiles, puesto que no se trata sino de infiltra– ciones calcáreas en las conchas que han serv.ido de molde, y cuyos fragmentos, alterados o descompuestos, ya no existen más. Algunos de estos tipos interiores estan envueltos, con todo, con una red cal– cárea, la única huella que da testimonio de la desorganización gra– dual de la concha. Estos moluscos se han multiplicado de tal ma– nera, que componen casi íntegramente el calcáreo de Paita. Todos tienen relación con las conchas vivas aun en los ríos, que son peig– nes, vis, Venus. Lo que hace notables a los diversos depósitos, por capas, de estos m~luscos, es la regularidad con la cual, en las capas más inferiores, cada especie parece componer únicamente cada una de ellas. Pero a medida que uno se eleva, desaparece esta disposi– ción uniforme para dar sitio a un amontonamiento irregular de va– rias especies diferentes, siendo en estas capas superficiales que se muestran los corbulos, los arcos, las ostras, los múrices; y comple– tamente en la superficie del suelo, los balanes y algunos fragmen– tos de osamentas trituradas. La altura media de estos lechos diver– sos, del suelo primitivo a la superficie arenácea, es, aproximada– mente, de cincuenta pies. El calcáreo grosero forma una banda, cu– yas diversas capas pueden tener alrededor de veinte y dos pies, siendo totalmente superiores. El mar ha cubierto antiguamente el suelo de Paita, no pudien– do ser muy alejada la época. Por mucho que no se pueda emitir sobre este tema otra co?a que suposiciones, debe advertirse sin em– bargo que en toda la tierra, el último nivel de las aguas parece ha– ber sido fijado en más o menos doscientos pies. Las costas de gres de la Nueva Gales del sur, en Australia, los calcáreos madrepóri~ cos que bordean los terrenos primitivos o volcánicos de las islas de la Oceanía y de la Polinesia, los terrenos del Mediterráneo en el golfo de Nizza, según Mr. Risso, las observaciones de Mr. Brongniart en el norte de Europa; todos estos hechos, no parecen comprobar que el último nivel del agua fue mantenido mucho tiempo a esta altura. ¿Qué vendría a ser entonces la opinión que admite parciales cataclismos? Sobre las arenas que caen sin debilitarse los rayos de un sol ardiente y que jamás humedecen las lluvias, no puede crecer nada. Estos dos principios de la vida vegetal, el agu y el calor, no actúan sino simultáneamente. El calor sin agua, seca los gérmenes; el agua

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