Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 31 manera abierta y amigable. Estuve muy complacido con su sin– ceridad y franqueza. Me dijo, que la primera vez que escuchó sobre mi venida a Lima, resolvió oponerse a mí, pero cambió de opinión, cuando se dio cuenta que yo no era un antagonista de la religión, sino un amigo de ella, y decidió apoyarme tanto como pudiera y estuvie– ra en sus manos. Hay ua cierta idea en este país, entre muchas de las personas más religiosas, quienes piensan que la mayor parte de los foras– teros que llegan acá, son deístas o ateos, o al menos, personas que no son amigas de la religión. No hay duda, que han tenido fundamento para formarse esa opinión, aunque creo que se ha generalizado entre la clase de gente que les mencioné anteriormen– te, con cierto grado de pusilanimidad, como es comúnmente el caso. Esta opinión fue fortalecida, por los libros que llegaron acá, sobre deísmo y ateísmo. La mayor parte de ellos son impresos en Francia, pero, siento decirlo, que algunos son impresos en In– glaterra. Por todo lo que he visto acá, en el Congreso o fuera de él, me siento, firmemente, inclinado a pensar, que los que se oponen a la tolerancia religiosa, o por lo menos muchos de ellos, hacen eso con la idea de prevenir la influencia, en este país, de la oposición a la religión o de la burla de ella. Como prueba de ello, me refiero al miembro del Congreso, de quien he estado hablando desde hace un momento. Este hombre se oponía a la tolerancia cuando se discutía en el Congreso, y ha– bló públicamente contra ella; pero, conversando con él sobre el tema, me dijo que él no se oponía a la tolerancia del protestan– tismo en el país. En diversas ocasiones, y en conversaciones privadas con al– gunos de los miembros del Congreso, he especificado, que la ley que prohibe el ejercicio público de la religión a aquellos que no pertenecen a la Iglesia Católica, no impide que los ateístas y deís– tas se establezcan en el país, puesto que ellos no tienen una forma de religión que desearan poner en práctica; y que esa ley sirve, solamente, para impedir la llegada de aquellos hombres que son sinceramente morales y religiosos, y quienes, como ellos mismos admiten, serían de gran utilidad para el país, al traer muchas ra– mas del conocimiento, de la manufactura y de las artes. He observado que estas conversaciones tuvieron muy buen efecto, y espero que así parezca, cuando el tema sea tratado en el Congreso por segunda vez.
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