Relaciones de viajeros
408 ESTUARDO NU:t'l:EZ Supuse que había visto dinero en abundancia en algunos de los puertos de Chile, pero nunca lo vi en tan enorme cantidad como en Arica. Las personas vestidas de harapos, los soldados y los muchachos, ninguno aparentaba tener de dólares en abun– dancia. Esto quizás fuese debido a la vecindad de las minas de Potosí, a 300 millas de dista:s.cia , a cuya ciudad las mulas viajaban continuamente con el producto del contrabando desembarcado en Arica, para los mercados de Potosí. Este puerto y muchos otros menores que éste, han sido gran– demente frecuentados por el contrabando de los barcos. Estos ve– nían a anclar en las pequeñas bahías de la costa, o se situaban de vez en cuando frente a la playa, y los compradores peruanos, de ambos sexos, los abordaban con el propósito de examinar sus ar– tículos. El barco nuestro presentaba ahora un curioso espectáculo con su aparejo exhibiendo paños finos, túnicas, telas de algodón, lienzos, etc., mientras que sus cubiertas se llenaban con sombreros, ferreterías, polvos de tocador y pelotas, cuchillerías y otras cosas menudas propias para el mercado peruano que cada marino traía para vender aunque manteniéndose la honestidad más estricta por ambas partes. Era muy difícil de conocer si alguna cosa era roba– da del barco, y aquellos productos pagados a bordo, eran escrupu– losamente despachados a sus respectivos dueños. Las monedas del Perú, así como las de Chile, son el dólar (pe– so), el medio dólar, el real, los medios y los cuartos; todos éstos son de plata. De oro, los doblones (onzas), medio y un cuarto de doblón. No existe la moneda de cobr e en el país. Con excepción del azúcar, todas las cosas son caras en Arica. Dos agujas cuestan tres centavos, tanto como cinco alfileres; una yarda de algodón cuesta cuatro chelines; un par de me~ias de al– godón, dos dólares y medio; los zapatos, 5 dólares y un pañuelo de algodón, ocho chelines . No vi a ninguna persona que en Arica usara sacos de paño fino o pantalones; la tela de algodón blanco y amarillo son los substitutos. En el Perú nada asombra al viaj ero más que la marcada dife– rencia de carácter entre las mujeres de Chile y Perú. La castidad entre las mujeres peruanas, por sí misma, no debía suscitar nues– tra sorpresa; pero después de algún tiempo de r esidencia entre los chilenos, donde la prostitución está tan lejos de ser considerada como algo infame, y es motivo de general diversión, uno queda asombrado al ver ese contraste entre los países aledaños. Las mu– jeres de Arica, aunque de tez muy oscura, son generalmente bien
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