Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 409 parecidas; particularmente observé a una de ellas, era elegantemen– te proporcionada, y Fidias la podía haber tomado como modelo; y ella (aparentemente una niña) era madre de un muchacho de nueve años de edad. Las muchachas de esta región llegan a la edad de la pubertad casi tan pronto como las de la India; y me dijeron que muchas de las mujeres ariqueñas llegaban a ser madres a los 13 y 14 años de edad. Son extremadamente aficionadas a usar are– tes de oro y plata y otros adornos, pero se visten medianamente. Para un extranjero, las ciudades y villas del Perú, así como las de Chile, parecerían desiertas en la tarde. Es que los habitantes estaban haciendo su siesta, o sueño de la tarde; la siesta comien– za a las dos y la gente es raramente vista en movimiento hasta las seis. Esta perezosa costumbre es universal en toda Sudamérica; "durante cuyo tiempo cesa la actividad y el bullicio de las calles, las casas y las tiendas permanecen cerradas y todos los negocios son suspendidos''. Las frutas de Arica son principalmente higos, naranjas y limo– nes. Crece, en este lugar, una pequeña papa roja, que se mantiene en buen estado en el mar durante varios meses. Los carpinteros, los constructores de molinos y los herreros eran muy solicitados y comprendidos en la ciudad de Potosí; y, en Arica, uno de los primeros mencionados podía ganar cuatro dólares por día. Una pequeña lancha compone toda la flota ariqueña. El capitán del puerto, los militares y otros funcionarios, cuando visitaron nuestro barco, tuvieron que utilizar balsas o canoas. Después de haber descansado 8 días en Arica, nos hicimos a la mar con nuestro barco acompañante, el 20 de agosto de 1821. Doce días después de dejar este puerto, a primeras horas de la mañana, se vio la bandera americana flameando en el mastelero de mando mayor de nuestro acompañante: era la señal de haber ballenas a la vista. Poco después las divisamos también desde nuestro barco. Echamos nuestros botes al agua y después de una breve persecu– ción atrapamos una ballena de 80 barriles y la sacrificamos de in– mediato, y antes que sobreviniera la noche, habíamos obtenido 100 barriles de aceite para cada barco. Desde este momento hicimos la travesía sin mayores novedades, hasta el 8 de setiembre, en que arribamos a Santos, en el Perú, para conseguir leña. Así como en Chile, antes de la revolución, también en el Perú, la imprenta se encuentra en un nivel muy bajo. Y la razón es ob– via: la imprenta tiende a instruir e ilustrar y como deseó Fer– nando mantener a todos sus gobernados en la más compl ta ig-

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