Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 411 nidad de mecerlo a voluntad desde cualquier parte del cuarto. El método de lavar ropa, consistía en introducirlas con un pa– lo dentro de una batea y para planchar se usaba el cuerno de un animal llamado vicuña, que ~e frota sobre la ropa. Los zapatos fabricados aquí costaban dos dólares el par, y du– raban apenas una semana. Las municiones y los fusiles tenían mu– cha demanda. Difícilmente se creería que una ciudad insignificante como ésta, desprovista de un fuerte, sin cañones, faltos de muni– ciones. sin tener soldados regulares o jefes experimentados y ade– más casi desprovistos de fusiles, no ofrecería ninguna resistencia, pero tenía airosos triunfos contra el poderoso ejército real de 1,200 hombres al mando del general Goyeneche. ¡Cuál no será el fervor invencible de la fuerza del patriotismo! Las mujeres, los mu– chachos y los jóvenes, colaboraron para repeler al cruel enemigo; dos veces los realistas consiguieron hacerse fuertes en la iglesia y pegar en sus puertas las bulas excomulgatorias emitidas por el Papa de Roma contra los "engañados, sublevados del Bajo Perú'' y dos veces fueron repelidos con pérdidas de cientos, por esta banda espartana de hombres, muchachos y mujeres. Goyeneche fue obli– gado a regresar a Lima, con solamente 300 hombres. Furiosamente se retiró y vengóse con brutalidad de los inocentes aldeanos de la ciudad por donde pasó (cortando sus narices, sus orejas y también maltratándolos), por la pérdida de su ejército en Santos. La gentes de este lugar son ahora tan resueltamente opuestos al gobierno del rey, que creo que todos ellos perderían sus vidas antes que tener que soportarlo otra vez. Ellos han adoptado un método patriótico de cortar su pelo; que es dejándolo grueso y peludo al frente y cortán– dolo el resto tanto como sea posible. Uno de estos pequeños patrio– tas, un ingenioso joven de apenas 16 años de edad, señalándome el lugar donde los realistas experimentaron su pérdida más grande, me dijo: "Armado de un viejo mosquete, yo estaba aquí, señor, acompañando a mi padre y a mi madre. Mi madre fue herida dos veces en la espalda pero no se dejaba apartar del lado de su espo– so. Nosotros derrotamos a los "picarones'' (los pícaros) señor, y considero ese día como el más feliz de mi vida". Fui singularmente impresionado en Santos por una mujer mo– rena y bien vestida. ¡Infortunada mujer! La mayor miseria que ella experimentó, la única cosa que la entristecía, el único objeto que le producía felicidad constante, no era gran cosa. Parecía que poco tiempo antes, su esposo había llegado a ser coronel d mili– cias y toda su preocupación estaba dirigida a prov erl d un om-
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