Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 413 al bote cuando se les sorprende en el agua pero principalmente se encuentran reposando en la sombra sobre la arena de las orillas. Algunos de ellos juzgamos que tenían más de 14 pies de longitud y nos dijeron que algunas veces solían sorprender a los indios mien– tras se bañaban, llegando a devorarlos; pero a pesar de esa adver– tencia algunos de nuestros tripulantes cometieron la impruden– cia de zambullirse en el río. Nada podía exceder a la belleza del panorama observado mientras navegábamos por esta corriente. El agua era de una transparencia cristalina, y miles de insectos de distintos colores pasaban zumbando. Las orillas cubiertas de ve– getación con árboles elevadísimos, arbustos en floración y éstos a su vez amenizados con una gran variedad de pájaros de diferentes coloridos, plumajes que entonaban sus trinos melifluos, mientras arrebataban la miel de cada flor. Mirando hacia el monte, se des– tacaban las chozas blanqueadas y limpias de agricultores, rodeadas de campos de maíz y arroz, con arboledas de elevados cocoteros y abundantes naranjas; sus huertos estaban llenos de deliciosos me– lones, alimenticios plátanos, atractivos limones y fecundos coco– teros . La ciudad de Tumbes está situada en un lugar encantador sobre una suave elevac'ón entre la orilla del agua hasta la cumbre de la colina. Consiste de un conjunto de unas 500 casas, principalmente construídas de barro. Están medianamente amobladas y techadas con juncos. Las calles son amplias, pero no pavimentadas. Hay mu– chos habitantes adinerados en este lugar, y las alhajas de oro que poseen las mujeres exceden en calidad a cuanto hemos visto en otras partes del Perú o de Chile. Sus brazaletes, sortijas y aretes, peine– tas y collares, aunque no muy elegantes, son pesados y costosos. Algunos de estos collares que del mismo tipo pude ver en el cue– llo de algunas mujeres, no costarían menos de 30 dólares en los Estados Unidos. Estas muj eres son muy afectas a lucir adornos llamativos y algunas de ellas me dijeron muy en serio que no se sentirían felices si no poseían una docena de éstos. Parecían estar muy de moda los abrigos de seda escarlata o de satén y además de éstos, los vestidos de gasa. Era un día de Todos los Santos cuan– do llegamos a Tumbes y en esta ocasión las damas tuvieron la opor– tunidad de lucir todos sus encantos y su vestuario. Noté que las hi– jas de la casa donde nos alojábamos cambiaban sus vestidos más de 3 veces al día y cada pieza de su atuendo era de un color dife– rente. Las rosas artificiales puestas en su cabello eran quizác ro– jas o blancas; el pañuelo que cubrfa parte del echo, amarillo; 1 vestido, escarlata; las m dias, negras; los zapatos, azules; los guan-

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