Relaciones de viajeros

414 ESTUARDO NU:t:l'EZ tes, verdes y las cintas, lilas. No usaban sombreros. El tipo de las aamas era moreno y por lo general eran bajas, tendiendo a la cor– pulencia y muchas de ellas estaban marcadas por la viruela. La indu– mentaria de los hombres era de tela blanca de algodón, o de color y llevaban grandes sombreros de paja. El pueblo de Tumbes era muy pobre en habitantes del sexo masculino; presumo que apenas estaban en la proporción de 1 por cada 5 mujeres. Los varones habían sido exterminados en las gue– rras, pues este pueblo había sido más de una vez el escenario de batallas con el general La Serna, lo cual significaba, con otro nombre, el asesinato. Mientras me encontraba en el pueblo de Tumbes, los habitantes estaban celebrando una de sus fiestas religiosas. Por su– puesto la reHgión era la católica romana, pero se encontraba tan contaminada con las viejas supersticiones peruanas que apenas era perceptible. Parece ser que la música era el objeto principal en es– tas actividades y tanto en la iglesia como en muchas casas priva– das, no se escuchaba otro instrumento que no fuera el órgano, el re– sonar del tambor y el pífano conmovedor; mientras la gente conti– nuamente entraba y salía de la Iglesia, solía cantar, bailar y feste– jar frente a sus casas. Solamente había una iglesia en la ciudad. Era una construcción larga y débil y no tenía ni escaleras, ni campana; estaba blanqueada por dentro y por fuera, rodeada de juncos y mos– traba profusión de ornamentos de oro y plata. Los bosques que rodeaban Tumbes están llenos de papagayos y muchos de sus arbustos y flores, que en Europa son escasos en los jardines botánicos o que crecen en jardines interiores de las casas y se consideran como especies raras, aquí, en este clima, crecen espon– táneamente. Observé un arbusto lleno de espinas que crecía encima de los más altos árboles del bosque. Las fiebres intermitentes y la malaria muy comunes en Tumbes, quizás se deban a los cons– tantes cambios de extremo calor del día a la humedad de la noche. Después de la puesta del sol, se producen numerosas exhalaciones de los pantanos y tierra bajas que invaden la ciudad y la envuelven en una densa niebla hasta que se evaporan cuando sale de nue– vo el sol. Del río principal de Tumbes salía un brazo que cruzaba el bosque hacia el norte y que desembocaba en el mar a nueve millas del pueblo. En esta corriente era especialmente notable la abundan– cia de ostras sobre sus orillas. El lector habrá oído hablar de las 7 maravillas del mundo: de aquel extraordinario árbol de Nunnington, en Inglaterra, tan grande que un coche jalado por caballos puede pasar a través de un hueco de su tronco; de aquel roble de Nimes, en Francia, cuyo tronco cubría un acre de extensión, o también de

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