Relaciones de viajeros
LA VIDA DE HIRAM PAULDING (*) Visita de Paulding a Bolívar en su campamento. (Reimpreso de "Bolívar en su campamento", de Hiram Paulding. Nueva York, 1834. Edición ago– tada.) En el mes de mayo de 1824, nuestra fragata ancló en la bahía del Callao. Desde mi primera visita acá, ha pasado un intervalo de cuatro años y, visto a vuelo de pájaro desde nuestra cubierta, pare– ciera que no hubiera habido ningún cambio. Desde la bahía todo te– nía el mismo aspecto nublado y desagradable. Ahí se encontraba el desierto arenoso, las paredes de barro y techos grises del mísero pue– blo. Las franjas rojas y amarillas de España flotaban en los ba– luartes del castillo, y ahí estaba la isla de San Lorenzo con sus hoscos acantilados, luchando con el embravecido océano y levantan– do en alto sus picos envueltos en fantásticas nubes y en constantes nieblas. En el valle del Rímac se hallaba la que una vez fuera magní– fica ciudad de Lima, indicada por sus numerosas torres que se elevaban sobre todo otro objeto y bordeada, como un anfiteatro, por la primera cadena de montañas que, levantándose unas soBre otras, terminan por formar los Andes. Yo recordaba con placer las escenas que había presenciado en esa bella ciudad en años anteriores. Antes que las conmociones de la guerra civil hubieran roto las ataduras de las leyes y de la na– turaleza, cambiando la faz de todo en su irresistible paso, Lima era, quizás, inigualada en todo el hemisferio occidental por su esplendor y lujo, así como por la mayor comodidad en sus casas y la facilidad de poder adquirir artículos para el hogar. Bien podía llamársele "la ciudad dorada". El cielo despejado, el delicioso perfume de los naranjos y la sombreada "alameda", se unían virtualmente para cautivar al extran– jero tan pronto como se acercaba a la entrada de la ciudad. La (*) Corre ponde al cap. IV.
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