Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJBROS 431 masa sólida que terminaba en el horizonte, y presentaban una barre– ra que, aparentemente, desafiaba el paso a todo esfuerzo o habili– dad humanos . El río se había hundido en un profundo barranco, desde donde no se podía oír su impetuoso murmullo, cuando, descendiendo una árida montaña, llegamos a una cultivada llanura que tenía una milla de circunferencia; desmontamos de nuestras cabalgaduras en la casa del Gobernador de este villorrlo indígena de Gulcan. En respuesta a nuestra primera demanda, contestó que no tenía ni alimento ni para que continuásemos nuestro viaje. Esto era aguantar dema– siado. No habíamos tenido en 24 horas, otro alimento que las raíces de mandioca que conseguimos en Huaracanga, y nuestros ca– ballos estaban rendidos . Con la fuerza de un hombre desesperado, presenté mi pasaporte al Gobernador por segunda vez, diciéndole que lo leyera y que <leso., bedeciera a riesgo de él. Le requerí nos proveyera con comida y caballos al instante, asegurándole venganza del Libertador por cada momento innecesario de retraso. El miedo al castigo junto con el propio interés, pudo haberle servido de estímulo, ya que me valí de una buena remuneración como premio a su pronto cumplimiento; el Gobernador, cediendo a su timidez y al sentido de obligación ofi– cial, recordó, de pronto, que habían caballos del Estado a su dispo– sición y que habían cabras que pastaban en los campos, cosa que nosotros no podíamos ver ni observar. De esta manera, unas horas más tarde puso a nuestras órdenes un nuevo guía y caballos, así como los recursos alimenticios para satisfacer los apetitos de la na– turaleza; a pesar de todo, no pudimos obtener pan, a cuyo requeri– miento nos daban la enfática respuesta de "no hay". A poco de llegado el momento de despedirnos, nos dimos cuenta de su escrupulosa delicadeza, observando su pundonor y su miedo de ofender a los altos poderes, si es que se diera una mala interpre– tación a su conducta. Yo había puesto en sus manos una suma de dinero como compensación por lo que había recibido, a lo cual no puso objeción en el primer momento, pero, habiendo sido aconse– jado por el "Alcalde" con quien tuvo una discusión de algunos mi– nutos, vino donde mí muy preocupado, diciendo que no era ni lícito ni propio de él recibir dinero, ya que era el Gobernador del pueblo de Gulcan. Aunque no era cuestión de formalidades con él solamente, ni era un crimen ni un deshonor aceptar el dinero, no obstante, insistía, con obstinada perseverancia, para que yo tomara el dinero de regreso. Al fin, monté mi caballo y, por última vez, le dije "adiós". Me sentía perplejo en mis conjeturas ref r nt a la ingular
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx