Relaciones de viajeros
440 ESTUARDO NU&EZ buena suerte, y cuyas altas prendas los han distinguido de la masa común del linaje humano. La Señora Sal y Rosa, como buena esposa, siguió bien pronto el ejemplo de su marido, luego que observó que él tenía gusto en obsequiarnos. Se tomó el trabajo de disculparse con nosotros por haber puesto reparo en recibirnos al principio contándonos algu– nos de los infinitos casos, en que habían abusado sin motivo de su patriotismo y hospitalidad. En suma yo era tratado con tanto agra– do que me gustó más almorzar en la buena sociedad de mi patrón que asistir de ceremonia a la mesa del Libertador, cuyo convi– te en términos generales miraba yo como un cumplimiento, de que podía aprovecharme como mejor se adaptase a mi gusto y conve– niencia; y luego tuve una gran mortificación al saber que había es– tado esperando por mí hasta bien tarde. A las once pasé a su alo– jamiento en compañía del General Miller, inglés, que con su afa– bilidad y caballeresca valentía granjeaba el aprecio y admiración de todos los que le conocían. El Libertador salió a recibirnos a la puerta, me dio la queja por no haber ido a almorzar con él, y nos llevó a su despacho, donde nos hizo sentar. Entonces dirigién– dose al General con gravedad, le vituperó el no haberse reunido to– davía a su división que estaba ya muy avanzada; le habló de la ne– cesidad de hacerlo así con la mayor posible brevedad, y se extendió por algunos minutos· en un torrente de elocuencia, muy notable por el doble sentido que envolvía de consejo y reprensión, pero al mis– mo tiempo con la delicadeza que el pundonor del General exigía de todos sin exceptuar al General en Jefe. Luego que se r etiró el General Miller, el Libertador entró en conver sación conmigo sobre las quejas dadas contra el Almirante peruano. El desaprobó el proceder de aquel marino, dijo que no había seguido sus instrucciones, que iba a mandarle otras nuevas conmigo, y que si no las observaba desatendiendo el derecho de gentes, él liarfa que fuese castigado. El habló en términos muy ho– noríficos de la tolerancia y moder ación que distinguía la conducta conciliadora que había seguido el Comodoro Hull, concluyendo con la cláusula de que no se debía esperar menos de un oficial que había dado tantos días de gloria a su patria. Yo me levanté para despedirme, pero me detuvo él, diciendo que no tardaría en estar lista la comida. De la conversación sobre el Almirante peruano pasó a hablar del estado político de la Eu– ropa con reladón a ]as nuevas repúblicas de América. Debe tener– se presente que poco ant es de aquella época, muchos en este país así como en Inglaterra tenían recelos de que algunos miembros
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx