Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 441 de la Santa Alianza se unirían a España para hacer volver a la obe– diencia a los súbditos que ésta había tenido en el continente ame– ricano. El General Bolívar trató sobre esto en el discurso de sus reflexiones, pero dijo que él tenía seguridades tanto de Francia como de Rusia, de que estas naciones no intervendrían en ía inde– pendencia de la América Española. El habló de los sacrificios y padecimientos de Colombia en la causa de la libertad, tocando por incidencia el punto de la generosa simpatía que habían siempre encontrado en el pueblo de los Estados Unidos; y dijo que era na· tural que deseásemos buen suceso a los nuevos Estados de América, habiendo pasado nosotros por la misma prueba: que su causa era la de la libertad en todas partes del mundo: que Francia y Rusia no podrían hacer la guerra a las nuevas repúblicas de América sin ser contrariadas por Inglaterra y los Estados Unidos, lo cual no ignoraban aquellas naciones, y que además de eso, no se les oculta– ba a ellas el resultado de exponer a sus súbditos al contagioso ejem– plo que presenta un pueblo libre peleando por la libertad contra sus tiranos. "Francia'', añadió, "no ha olvidado todavía su revolu– ción, que si no ocasionada, a lo menos fue acelerada por los prin– cipios liberales de que habían imbuido las tropas mandadas a au– xiliar al pueblo de los Estados Unidos en su revolución con el roce de aquellas gentes''. De esta manera prosiguió hablando con rápi– dez sin casi ninguna interrumpción clavando los ojos en el suelo. Yo guardaba silencio y le escuchaba como es de suponerse con vivo interés: ya no sentía ningún embarazo en su presencia; sus modales eran los más propios para desvanecer cualquiera in1pre– sión de esta clase, porque aunque yo no era a su lado sino un su– jeto humilde, y él el hombre más distinguido de los que entonces vivían , nuestra posición relativa era bien entendida de ambos y de– bidamente apreciada. A las cuatro y media avisaron que estaba dispuesta la comida; un gran número de oficiales se reunieron en el salón, todos saluda– ron al Libertador así que se presentó, y poniéndome este Grande hombre a su derecha y a Mr. H. a la izquierda, los demás se fueron sentando a la mesa, la que fue servida del modo más llano posi– ble. Toda la mañana había mostrado el Libertador un semblante grave y pensativo, que hasta tocaba en melancólico; pero des– de el momento en que se sentó a la cabecera de la mesa, rodeado de oficiales de su ejército, pareció otro enteramente. Todo aquel ges– to sombrío desapareció de sus facciones, sus ojos centelleaban de vivacidad, dirigiéndose de uno en otro a todos lo convidado con un torrente de dichos agudos y chanzas ligera , difundi ndo n
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