Relaciones de viajeros
444 ESTUARDO NU.&EZ lívar, me creo sin embargo con derecho a la gracia de que se me disimule esta digresión para expresar mi firme creencia, de que no sólo hablaba entonces con sinceridad, sino que nada de cuanto se ha traslucido despues acá, da margen á variar el concepto que des.– de un principio formé de que era partidario de un gobierno libe– ral; y no debe dudarse que ha sido altamente calumniado por cier– tos jefes que tenían en ello miras particulares . Las circunstancias en que se halló este grande hombre, fueron las más difíciles y para juzgar con acierto de sus intenciones, es preciso hacerse cargo del estado físico, moral y político de aquel vastísimo país . Su admirable ingenio, fecundo en recursos, su firmeza en las empresas, su cons– t ancia en las fatigas, su fortaleza en los reveses, su penetración en los negocios y su providente cuidado en todas las cosas, pudieron hacer balancear la victoria hacia su lado y en contra de sus obsti– nadísimos enemigos exteriores, ciñéndole de los inmarcesibles lau– r eles con que pudiera honrar se la primera nación del mundo; pero aunque esta obra es gigantesca y eminentemente gloriosa, restábale, después de concluida, emprender otra, que por su complicada natu– raleza no sólo fuera del alcance de algún mortal el consumarla por ser la, vida del hombre muy corta a1 efecto, sino que sólo podrá ser el resultado de los esfuerzos reunidos de muchas gene– raciones y de grandes vaivenes . El hombre puede registrar las en– trañas de la tierra, puede hacer rendir abundantes cosechas donde sólo brotaban espinas y abrojos, puede allanar las montañas más elevadas, mudar la dirección de los ríos mas caudalosos y hacer re– tirar los mares; puede escudriñar los cielos, burlarse de las tem– pestades y encadenar los rayos, pero al hombre no le es dado el transformar de repente la naturaleza de un pueblo, ni infundirle como por encanto costumbres opuestas a aquellas con que ha es– tado nutrido por algunos siglos. Esta metamorfosis debe de ser precisamente muy lenta y por grados casi imperceptibles, para que no se vean frustrados los conatos de la verdadera filantropía . Con– témplese pues un paÍS¡ de la inmensa extensión que tiene la América que fue española, su prodigiosa feracidad, e inagotable riquezas, poblado o dominado por una nación con resabios de costumbres orientales y caballerescas, y bajo un gobierno que por querer ser demasiado tutelar y mandarlo todo, pocas veces era bien obedecido: que en proporción de lo mucho que abarcaba, era menos su energía; y cuya inercia de acuerdo con el clima causó la de los individuos, quienes en medio de la abundancia contrajeron hábitos más pro– pios para gozar que para adquirir; contémplese digo aquel pueblo compuesto de diferentes razas con pretensiones de superioridad las
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