Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 451 cuenta millas de arenal, por consiguiente nos resolvimos a hacer la prueba de desmontar las malezas para abrirnos camino, en lo que trabajamos lo que sólo Dios sabe, no teniendo para ello sino un cuchillo grande y un machete. Al fin a costa de mil jirones en lo~ vestidos y no pocos rasguños en caras y manos, pudimos con– seguir el pasar los caballos en pelo y nosotros a pie, llevando a ma– no todos los arreos y avíos, y de este modo salimos al arenal jus– tamente al pardear la noche. Muy alegres por haber conseguido nuestro intento, subimos a caballo, y encargamos a nuestro conductor que guiase bien. Al prin– cipio echó a andar con una aparente confianza, que por de pronto nos deslumbró, y continuó por una o dos horas dando vueltas y revueltas por el arenal, hasta que cuando ya nuestra impaciencia había llegado a su mayor colmo por su ignorancia y porfía, excla– mó como si le hubieran arrancado las palabras en el tormento: "estoy perdido''. Aunque por lo pronto nos vinieron impulsos de desesperación, así que el guía hizo esta triste y dolorosa confesión, sin embargo era un alivio en el penoso estado de suspensión en que nos había tenido tanto tiempo. Ahora ya no nos quedaba qué es– coger, y así volvimos a la entrada de los matorrales, donde atanuo nuestros caballos de las ramas de los algarrobos, nos tiramos so– bre la arena y dormimos hasta por la mañana. Las circunstancias de nuestra penosa situación son sin duda más interesantes a noso– tros que lo serían al casual lector, y así no me detendré en hacer la pintura de ellas. El caso fue que tuvimos que volver por nuestros pasos hasta Guadalupe, a donde llegamos la noche siguiente, aniquilados ente– ramente nosotros y nuestros caballos; de modo que no nos hallá– mos en una semana capaces de emprender de nuevo la travesía de aquel vasto desierto. Cuando nuestras fuerzas se restauraron tal cual, nos dieron otro más ducho que el anterior, y en tres días lle– gámos con bien á Trujillo. En suma, habiéndome propuesto en esta relación por único objeto, el presentar a la luz pública un rasgo del carácter del Ge– neral Bolívar, he tratado los incidentes que se siguieron a mi par– tida de su cuartel general con la brevedad debida a la paciencia del lector, que puede estar cansado después de haber seguido tan lejos al relator por un país que aunque lleno de novedad y de peculiari– dades que embelesan al viajero, tal vez se encontrará no contener mucho interés para el curioso o frívolo lector en un clima di tante. En fin, tal como ella es, el autor espera que será leída con indul-

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