Relaciones de viajeros
460 ESTUARDO NU~EZ de dieciséis cañones, que había sido enviado desde el Callao con especias y abastecimientos militares para la guarnición de Valdi– via. Los informes que había obtenido su señoría del oficial y tri– pulación del barco (que habiéndose engañado por la bandera había salido del puerto para pilotear la fragata hasta Valdivia) lo indu– jeron a entrar al puetro de Talcahuano y a visitar al gobernador de la provincia de Concepción, coronel don Ramón Freyre, quien recibió y atendió al almirante en forma por demás acogedora. Su señoría le comunicó sus informes y le explicó la posibilidad de cap– turar la importante fortaleza de Valdivia por un golpe de mano; y como el coronel coincidiera en la misma opinión le dio doscien– tos cincuenta hombres, quienes bajo el mando del mayor Beau– chef se embarcaron a bordo de la fragata, más dos buques peque– ños que su señoría había tomado como transportes. "Su falta de oficiales efectivos le había causado grandes dificulta– des: <solamen te tenía dos oficiales a bordo, y és tos eran tenientes; de éstos h abía uno arrestado por alta desobediencia de órdenes, y el otro era totalmente incapaz de cumplir los deberes de teniente. Por lo tanto Lord Cochrane se veía obligado a curnuplir los deberes de capitán y te– niente, y de turnarse en las guardias con el único oficial que le queda– ba. Al salir de la bahía de Talcahuano cayó el viento y el barco se calmó cerca de la isla de Quiriquina; no abandonó el puente hasta media noche, cuando, habiendo dado órdenes, se dirigió a su cabina para tomar un breve descanso. Sus órdenes al teniente eran de despertarlo en cuanto se sintiera el mas mínimo viento. Apenas había salido el capitán para su cabina cuando el teniente abandonó su puesto, dejando al joven guardiamarina al mando del buque. Se levantó una ligera brisa y el jo– ven, en vez de llamar al almirante, t rató de dirigir el barco por si mis– mo, encallándolo en un banco de arena que había cerca de la orilla. La marea estaba bajando, pero Lord Cochrane, siempre dispuesto a en– contrar solución al problema del momento, logró sacarlo al barco, aun– que con daños considerables. Se había desprendido parte de la falsa quilla, y el encofrado, o sea, la aparadura se había destrozado; hacía mu– cha agua. Lord Cochrane, sin embargo, r esolvió llevar el barco a Valdi– via y cumplir su propósito. A pesar de que las bombas se mantenían en funciones todo el tiempo subió el agua a ocho pies, navegaba mal y todos menos él creían que zozobraría. Pero viendo que el agua no au– mentaba, prosiguió, y al anochecer del dos de febrero desembarcó las tropas en fonna impecable en el desembarcadero de la Aguada del In– glés, muy cerca del puerto. Los soldados marcharon al ataque con brío, mientras él se dirigía en bote para hacer un reconocimiento de las con– diciones en que se encontraban los fuertes, para que así animándolos y dirigiéndolos desde su puesto se realizara la operación como él quería, pues tenía plena fe en los militares que tenían el mando, y en su valor. Tan bien se habían tomado las medidas y tan rápidamente fue su ejecu-
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