Relaciones de viajeros

468 ESTUARDO NU.t<:tEZ reconquistar su ascendiente; pero el general O'Higgins, siempre alerta, frustró estas maquinaciones desterrando al prelado a Men– doza y Melipilla; otros fueron castigados con contribuciones pesa– das y con la prisión, además de lo cual se anularon sus títulos y dignidades españolas, hasta que la corte de Madrid se dignara reconocer la independencia de Chile. Liberó a los esclavos, y lo mis– mo dio la libertad a todos los que entrasen en la república, y abo– lió aquel tráfico inhumano. Invitó a los extranjeros a que inmigra– sen y se estableciesen en Chlie; como estímulo a aquellos que no fueran católicos concedió lo que se había negado hasta ahora: jlós ritos de la sepultura! El primer protestante en ser enterrado pú– blicamente en el cementerio que se les dió en la capital (Santa Lucía), fue un comerciante inglés, George Perkins, que había sido bárbaramente asesinado en su domicilio, y lo que hace esto notable es lo siguiente: los criminales fueron tomados juzgados y llevados desde su prisión al lugar donde debían ejecutarse; todo esto al mismo tiempo que su víctima era llevada al cementerio, siendo fu– silados al mismo tiempo en que el cuerpo de Parkins bajaba a su sepultura. Este acto, y muchos otros igualmente justos y laudables le hicieron ganar al digno Director mucha popularidad entre los extranjeros; pero no se libró de la censura de aquellos que trataron de atribuirle tales medidas a motivaciones siniestras; sus enemi– gos secretos vieron que no podían hacer nada abiertamente y así trataron de crear la discordia entre los jefes del ejército patriota y el escuadrón. Desgraciadamente tuvieron éxito, pues no bien las in– trigas del partido causaron la ruptura entre el protector y el almi– rante, la popularidad y el poderío de éste empezaron a disminuir. El general San Martín se encontró con que en Chile no se Ie daba una acogida muy cariñosa; pero en ruta a Buenos Aires pasó unos días con el general O'Higgins; en su casa de campo, donde si se le recibió con muchas muestras de afecto y de respeto. El digno Director no podía hacer otra cosa; pues también tenía que vérselas con distintas facciones. Conforme todos los obstáculos para la independencia de Chile iban desapareciendo, la libertad del Perú se iba logrando, y se había solicitado un préstamo de un millón de libras esterlinas a Londres para reafirmar la liberación de am– bos el supremo Director de la república de Chile se había con· vertido en el blanco de toda suerte de envidia; así aquel que había llevado el gobierno de la nave por casi seis años de tormentas, cuando había llegado a buen puerto se le despedía con toda ingra– titud de su bien ganada dignidad, por deseo de aquella tripulación

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