Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 473 brar al general Sucre jefe comandante de las tropas; el cual tomó posición afuera de los castillos; tenía 4000 tropas de Colombia y Buenos Aires y 1000 peruanos, mayormente de la milicia. Con ésto .. se lanzó contra los españoles el día 20. Ellos avanzar on hasta colo– carse cerca de los castillos, pero luego se retiraron, tr as sufrir pér– didas considerables. El 22 el general Sucre fue investido con el supremo comando por el Congreso, que había depuesto a Riva Agüero, el que huyó a Trujillo. El general Canterac, al ver que nada ganaba sitiando al Callao, levantó fuertes impuestos sobre los limeños; luego de haber hecho cosas absurdas que sólo sirvieron para desmerecer la causa es– pañola, se retiró al interior, adonde lo persiguieron una división de Buenos Aires, bajo el general Martínez, y 3000 colombianos y chilenos que fuer on enviados para cooperar con el general San ta Cruz. El general Sucre delegó el supremo poder al marqués de Torre Tagle, y tras haber designado al general Guido como gober– nador de Lima, marchó a unirse con la última división y actuar bajo las órdenes del comandante en jefe peruano. Estalló una revolución en Trujillo, donde se había retirado el ex-presidente Riva Agüero, pues el Congreso había reasumido sus sesiones allí y lo habían autorizado a levar t ropas, etc. Sin embar– go, luego se arrepintieron de haberlo r estaurado al poder, pues en cuanto organizó una fuerza considerable disolvió el congreso y des– terró a muchos de sus miembros. Así estaban las cosas cuando el general Bolívar llegó con toda oportunidad a Lima el primero de Setiembre, de 1823, disolvió la nube que amenazaba el destino del Perú y fue investido con la su– prema autoridad ; pero el marqués de Torre Tagle retuvo, aunque restr ingidamente, el poder de nombramiento de empleados y de– talles del gobierno. El general O'Higgins muy bondadosamente me llevó a devolver visitas y a fies tas particulares, lo cual me dio oportunidad de ser presentado a las primeras familias de Lima; y por lo que pude ob– servar sus maneras y costumbres eran muy superiores a lo que e me había hecho suponer. De lo que había oído y leído respecto a los limeños confieso que me había formado una serie de prejui– cios. Estos, sin embargo, se me desaparecieron al irlos tratando; con excepción de algunas particularidades tales como la ª~ a 1 manto, la capa, el sombrero, y el modo de montar a caballo lo encontré idénticos a todos los de las colonias e pañola que había

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