Relaciones de viajeros
480 ESTUARDO NU~EZ solamente les quitaron los artículos de sus tiendas sino que tuvie– ron que financiar la paga de los de la fortaleza. Pero sin embargo los desórdenes que ·se cometieron no fueron tan tremendos. El seis, varios destacamentos vinieron de Lima a Bellavista, las fortalezas dispararon sobre ellos y mataron a muchos. El general Martínez, que estaba al mando del ejército de Buenos Aires, y otros jefes, vinieron con una bandera de tregua; los amotinados permi– tieron al general Correa, a quien estimaban, entrar al castillo; aquí los caudillos Moyana y Parejas conferenciaron con él por cerca de dos horas. Pedían lo que el gobierno peruano les debía desde tiem– po atrás, y querían insistentemente que se les mandara a Chile. Los soldados vitorearon al general Correa al partir para Lima. No habiendo obtenido respuesta satisfactoria en el plazo que se le había dado y como no faltaban espías y agentes del enemigo común, se empezó a rumorear que si no se cumplía con las condi– ciones dentro de las veinticuatro horas siguientes, se entregaría la fortaleza a Casa Riego, un jefe español, y a otros oficiales que es– taban encerrados en Casas Matas. Al anochecer la fortaleza abrió fuego pesado contra Bella.. vista; y temiendo ser hecho prisionero me fui al bergantín de Bue– nos Aires, el Protector, capitán Neeson. A eso de las diez de la noche las baterías abrieron fuego sobre el barco por haberse hecho a la mar el Mirror, buque americano, y la Sea Serpent goleta chilena. Estos escaparon, pero muchos bar– cos sufrieron averías en el casco y el Santa Rosa recibió cinco dis– paros en las amuras; sin embargo no se perdieron vidas. El siete fui a tierra con nn oficial de H. M. Fly barco británico, y el capitán Gill, que había conseguido los papeles del barco de la oficina del puerto, pues ésta había recibido su permiso de salida cuando aún no había sucedido nada. Un viejo español, Gonzales, había entrado como maestro de puerto, y aunque yo estaba disfra– zado, me culpó de insurgente; le mostré mi pasaporte, en el que afortunadamente se me describía como civil por motivo de los pi– ratas españoles en Chiloé, y decididamente se lo presenté para su firma; se dio por satisfecho y permitió mi embarque. En cuanto salimos, las fortalezas empezaron a dispararnos, por tanto tuvimos que mirar al H. M. Fly; ellos continuaron ha– ciendo fuego; y como el fuego podía perjudicar el barco nos que– damos fuera de la bahía, y aunque pasamos por el fuego de tres fortalezas, que nos dispararon algunas docenas de proyectiles, no tocaron nuestro casco. El bote del maestro de puerto al principio
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx