Relaciones de viajeros

40 ESTUARDO NU EZ Canterac, Comandante en !Jefe, se encuentra solamente a 100 mi– llas al sur de nosotros . Creo, sin embargo, que en este momento hay poco peligro de que regresen a Lima, pues'to que el objetivo principal de los espa:– ñoles, es atacar, tan pronto como sea posible, a los patriotas en Arequipa. Estas fuerzas militares son ahora, considerablemente potentes, y mucho mejor equipadas, en toda forma, de lo que es– taban la primera vez en el mismo lugar, las cuales fueron comple– tamente exterminadas por los españoles, en Moquegua. Deseo que el resultado sea favorable a la causa patriótica ya que mucho depende' de su resultado . En mi carta al Sr. H., le mencioné que el Congreso había si– do disuelto en Trujillo, y que el Senado había sido establecido en su lugar. Esta fue la simple decisión del Presidente y fue, cierta– mente, un paso imprudente y audaz, sin mencionar su injusticia. El Presidente todavía no ha regresado a Lima, y, en el mo– mento, se ha puesto en movimiento una gran oposición contra él, por haber disuelto el Congreso. Los representantes que están aho– ra en Lima, han protestado solemnemente contra tal medida, se han reinstalado ellos mismos como el consejo supremo y gobier– no de la nación, y han elegido al Marqués de Trujillo para repre– sentar al poder ejecutivo. Cuál será el resultado de este procedimiento, no lo sé. Pienso que es probable, que el Presidente Riva Agüero ceda y se ausente del país por algún tiempo. Verdaderamente, es un mal momento para di' scusiones internas. Espero que dentro de poco tiempo, to– das las cosas tengan un aspecto más agradable, y que el Señor que reina en la tierra, permita que éste sea nuestro caso. Todas las cosas están en sus manos. El reina para siempre, aunque su benigna mano sea invisible para nos'otros, algunas ve– ces. Durante el tiempo que estuve en Trujillo, hice el plan de vi– sitar algunos de los aborígenes de América, en las orillas del río Amazonas . Calculé que los españoles conservarían las posiciones en esta ciudad por tres meses, por lo menos, y supuse, que el tiem– po me sería suficiente para emprender mi pretendido viaje. Había comprado para obsequiar a los nativos, un buen núme– ro de botones brillantes, agujas, tijeras, cuchillas, anzuelos, cintas, etc. También, había sacado mi pasaporte y estaba arreglando to– to para mi partida, cuando llegaron noticias a Trujillo, de que una parte del ejército español, había evacuado la ciudad. En consecuencia, dejé de lado mi pretendido viaje, con bastante

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