Relaciones de viajeros
44 ESTUARDO NU~EZ Estando en Trujillo, hice algunos arreglos para hacer que las Sagradas Escrituras circulen en esos lugares. Hay allá un médico, oriundo de Irlanda, y cuyo nombre es O'Donovan. El es Católi– co Romano, pero no tiene ningún prejuicio contra la Biblia, ya que muchos católicos la tienen. Por esta razón, él tiene mucho interés en su circulación, y la recomienda a todos sus amigos. Esta es una situación muy afortunada, y espero que sus re– sultados sean beneficiosos. Siendo un Católico Romano, lo que dice sobre el asunto, tiene más peso que si lo mismo fuera dicho por un protestante. Desde mi regreso a Lima, le he enviado 50 libros del Nuevo Testamento en castellano, e igual número de opúsculos, que ha– bía conseguido hace algún tiempo. El me mencionó los resulta– dos obtenidos por estos opúsculos, que ya tenía con anterioridad. Dijo que les había dado algunos a sus vecinos, y que, un tiempo después, les había preguntado su opinión al respecto. Algunos le dijeron sencillamente 1 que no les había gustado, y que esos folletos no eran el Evangelio, porque en ellos no se mencionaba para nada los Sacramentos. Uds. no van a encontrar que en todas partes se habla de los Sacramentos, les dijo, y sólo de los Sacramentos. Déjeme leerles un capítulo de uno de los Evangelios, continuó diciendo . Luego, tomó el Nuevo Testamen– to y les leyó un capítulo de uno de los Evangelios, tal como habían quedado. Ahora, dijo, ¿hay algo acerca de los Sacramentos en lo que acabo de leer? Dijeron que no. ¿Y no es esto el Evangelio? dijo. Estuvieron de acuerdo en que era. Bueno, continuó, ¿no pm~den estos opúsculos ser también el Evangelio, aunque no diga nada de los Sacramentos? Confío en que el Señor bendiga los esfuerzos de este ilustre individuo; esfuerzos que hace, para difundir a su alrededor el co– nocimiento de Dios. Lima, 25 de noviembre de 1823 Qué pensamiento tan placentero, al contemplar los gloriosos esfuerzos de hoy día, para poner las Sagradas Escrituras en ma– nos de todos. Los nombres de los bárbaros, los escitas, cautivos y libres, han desaparecido con la distribución de esta sublime limosna; la única distinción que se puede hacer ahora, es de los que tienen este volumen y los que no lo tienen.
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