Relaciones de viajeros
46 ESTUARDO NU&EZ guientes: dos de los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las dos Epístolas de San Pedro. La traducción del resto del Nuevo Testamento está adelantan– da, mientras que las partes mencionadas, están revisándose por cuatro caballeros, quienes se han ofrecido amablemente a ocu– parse de ello. Estoy muy contento de ver el interés que toman es– tos señores en este asunto, y esta traducción será autorizada, cuando se considere ya revisada. Las cuatro personas son miembros del Congreso, y uno de ellos, es un clérigo. El caballero que está encargado de la traduc– ción, es un descendiente de los Incas, o reyes del Perú, y nativo de la ciudad del Cuzco. Tan pronto como las partes que he men– cionado estén bien revisadas, intento mandarlas a la imprenta y serán pagadas por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. Mientras tanto, iremos adelante hasta que quede terminada. También estoy deseoso de comenzar con el Antiguo Testa– mento, tan pronto como el Nuevo esté terminado de traducir. Esta traducción de toda la Biblia y la impresión de dos o tres mil copias, costará una suma considerable, ya que la imprenta en es– te país es muy cara. Le he escrito a la Sociedad Bíblica Brítánica y Extranjera, pidiéndole instrucciones referentes a los gastos y que me digan hasta dónde desearían ellos que yo llegue al respecto. Espero que me autorizarán a que siga adelante con el trabajo, hasta que esté completo. Sin embargo, como éste es un trabajo americano, creo que la Sociedad Bíblica Americana (American Bible Society) podría amablemente activarla con su ayuda, para que el trabajo se lleve a efecto. Cerca de un millón de personas hablan este idioma, y creo que es móvil suficiente para que las Sociedades Bíblicas se inte– resen en ello. Además, hay otras dos lenguas que se hablan acá, llamadas aimará y moxa. * Cerca de cuatrocientas mil personas * Aunque he residido en el Perú por dos años, aún durante ese tiempo, no he conseguido la persona apta para traducir las Escrituras a cualquiera de estas dos lenguas. Pero después de dejar ese país, encontré la persona calificada para traducir al aimará, y en el lugar que menos pensé encon– trarla. El año pasado, en Londres, cuando iba en un ferrocarril de Padding– ton, me di cuenta, que uno de mis compañeros de viaje era extranjero, por su semblante y la manera de hablar. Después de conversar un poco con él, me tomé la libertad de preguntarle de qué parte del mundo venía.
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