Relaciones de viajeros
RELACIONES DE. VIAJEROS 47 hablan estas dos lenguas, y yo estoy deseoso de conseguir, por lo menos, que uno de los Evangelios sea traducido a cada uno de estos idiomas, aunque todavía no he conseguido nada. Mi inten– ción es viajar por el interior del país, y cuando pase por los lu– gares donde se hable estos idiomas, procuraré conseguir quien haga la traducción en el lugar. De este modo, Ud. ve, que el trabajo de Dios va adelante, aún en los rincones más remotos. Hasta ahora, América del Sur ha sido un país oscuro, menospreciado y descuidado; pero, gracias a Dios que esta larga noche oscura está pasando, y que el día comienza entre ellos. Desde el momento que puse el pie a bordo del barco que me trajo a América del Sur, me consideré a mí mismo como un ameri– cano, y desde ese día, los intereses de América, son los intereses más elevados y preeminentes en mi corazón. Ud. también, mi querido se– ñor, y los miembros de la Sociedad, son americanos. De esta manera rogaría a Uds., como compatriotas míos, que se dieran cuenta de la enorme importancia de ese trabajo en el que estamos empeñados. En América del Norte y del Sur, están los campos de sus opera· ciones. Mirad al pobre indio, pidiéndoles a Uds. el ''pan de su existen– cia". ¿Pueden Uds. no tener compasión por ellos?- "Vengan a ayu– darnos", es lo que llega a nuestros oídos de todas partes. Con toda seguridad, que ésta no es la época de sentarse con las manos cruzadas, para regocijarse de lo que ya está consumado. No. Es el tiempo de abochornarse y avengonzarse por nuestra pasada negligencia; es el tiempo de reunir toda nuestra energía, para traba– jar con ahinco, con el fin de hacer que la Luz de la Vida brille en todo el mundo. Me contestó que era de América del Sur; preguntándole más encontré que era oriundo de La Paz, Perú, justo el punto más importante donde se ha– bla al aimará. Me di cuenta que esta persona conocía muy bien esta lengua, ya que la hablaba desde su infancia, además de su educación y otras cir– cunstancias, por lo que concebí la idea de que sería la persona ideal para la traducción de las Escrituras en la lengua aimará. Después de conocernos un poco más, lo comprometí con la Sociedad Bíbli– ca Inglesa y Extranjera, para que hiciera la traducción del Nuevo Testa– mento, en su lengua nativa; ahora ya casi ha terminado su trabajo. A este encuentro le llamamos un encuentro accidental, y así fue efectiva– mento, en toda la extensión de la palabra. Pero los cristianos miran más allá y encuentran que todo esto fue dirigido por la mano de Dios. Lo más interesante de todo es que en Inglaterra no hay una sola persona que hable esta lengua, a excepción de la ya mencionada.
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