Relaciones de viajeros

so ~S'rUARDO NU&I!Z de aprender la sabiduría, viendo, por una parte, la obstinación de la edad madura y, por otra, los verdaderos principios de la filosofía. Nosotros no estamos encadenados a viejos hábitos, y, por es– ta razón, estamos haciendo lo posible, con cierto éxito, por obser- var filosóficamente el objetivo del Gobierno, tan libres de la in– fluencia de todo prejuicio, como nos es posible. Creo que el úni– co objeto del levantamiento de los estados americanos, es formar esas leyes o constituciones que, verdaderamente, pueden asegurar, en el mayor grado posible, la libertad y protección de cada uno de los miembros del todo político. Se han preparado códigos políticos con este punto de vista) y creo que todos tienen un artículo de gran importancia, diciendo, que la constitución debe ser revisada y enmendada de tiempo en tiempo, con el fin de que pueda avanzar hacia la perfección, así como la ciencia y la sabiduría se incrementan en el mundo. Puede ser que Ud. se diga a sí mismo, que me he puesto de– masiado a favor de mis nuevos amigos, y estará listo a presentar delante de mí, al artículo sobre religión, que se encuentra en la mayoría de las constituciones de esta parte del continente. Ud. puede formarse un juicio incorrecto sobre este país, en referencia a ese artículo. Puede estar seguro que yo siento esa necesidad más que Ud., pero hago lo posible por mirar más allá, y con el menor prejuicio posible. Cuando se obtuvo la tolerancia en Inglaterra, fue conseguida a la fuerza. La seguridad del estado así lo demandaba, y supongo que tuvo más peso esa apreciada bendición, que cualquier remor– dimiento de conciencia o discreción política. Las cosas son diferentes acá. Podría decir que no hay nadie que necesite de la tolerancia y, naturalmente, nadie la pide. Yo hablo por los habitantes de América, exceptuando a los pocos extranjeros que residen en ella. En el momento de discutir este asunto, uno de los miembros del Congreso, muy oportunamente dijo: "¿Por qué tanta dificultad con la tolerancia? ¿Quién la pide? ¿O quién la necesita? Nosotros no la necesitamos, y los extranjeros, que están acá, parece que se preocupan muy poco por el tema. No fue la religión lo que los tra– jo a este país, sino el comercio. Así es que, dénles dinero a cam– bio de mercadería y no pedirán nada más". Todo esto era verdad, aunque una verdad desagradable. Con todo, no obstante el actual estado del país en relación a la necesidad de la tolerancia, existe en el Congreso un partido muy poderoso a su favor; tan podero– so, que se pensó en un momento que iría a ganar, y cuando per-

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