Relaciones de viajeros

52 ESTUARDO NU~EZ vo Testamento en nuestra escuela. Probablemente Ud. se dará cuenta de lo que quiero decir con "abiertamente". La verdad es que, en un sentido, el Nuevo Testamento ha sido usado en nues– tras escuelas de América del Sur, desde hace mucho tiempo; sin embargo, no en la forma abierta como lo usamos ahora en Lima, sino más bien se podría decir, de una forma solapada. Así, no– sotros hemos estado usando extractos para las lecciones, impre– sos en largas hojas y en pequeños libros y de este modo, intro– duciendo las Escrituras, como si fuera a hurtadillas. Cada parte de estas lecciones debía leerse repetidamente en las clases, hasta que los niños puedan leerlas de corrido. Para el momento en que podían leerlas, el tema que habían leído y la enseñanza contenida en ellas, ya estaban casi impresas en la memoría. Usted sabe, que los niños tienen el hábito de re– petirse a sí mismos, lo que han estado diciendo o leyendo fre– cuentemente. En consecuencia, la parte de las Escrituras que habían leído en la escuela, la repetían de esta manera en su ca– sa. Mi excelente amigo y compañero, el clérigo que Ud. conoce ya, me informa que varios de los padres de los escolares, le han dicho que sus hijos están hablando del Evangelio, todo el día en la casa. Por otra parte, he oído la misma cosa, y siempre, expri:>– sada con gran satisfacción por parte de los padres. A veces, al– gunos de los niños mayores, me han pedido que les preste los pequeños libros de extractos de las Escrituras, para que ellos puedan leerlos en la casa; y muchas veces lo piden así: "Mi ma– dre desea que le pida a Ud. uno de los libritos, ya que ella quie– re leerlo". Estos pedidos han sido escuchados con mucha satis– facción, y puede estar seguro que han sido concedidos. Viendo la buena disposición referente a este asunto, y consi– derando las ventajas que pueden surgir de esta introducción de las Sagradas Escrituras, silenciosa e insospechada, insinué a los niños, que los pequeños libros· podían ·ser vendidos a poco pre– cio, lo que trajo como consecuencia, que muchos de ellos fueron comprados inmediatamente. Le conté a mi amigo el clérigo lo que había hecho, y la razón que me llevó a ello; es decir, que los niños y los padres podrían beneficiarse con dicha lectura. El contestó, que conviene que los libros prueben su utilidad tanto a padres corno a hijos, ya que lo que contiene es ''la palabra de Dios". Usted pensará, qmzas, que estoy alargando demasiado este tema, hablando del asunto de nuestra escuela. Sin embargo, es

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