Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJE.ROS 61 nas que me quedé en ese lugar, en junio y julio del año pasado. Mi amigo y corresponsal en Trujillo, es médico y oriundo de Ir– landa. Hace tiempo que él está en esta parte del mundo, y puede considerarse más de América del Sur, que nativo de las Islas Bri– tánicas. Es católico romano, pero libre de los prejuicios que tie– nen muchos de los que pertenecen a su misma religión. El estu· dia la palabra de Dios, y recomienda su estudio, muy de veras, a todos los amigos que lo rodean. Yo lo encontré con una de las primeras ediciones del Nuevo Testamento en español. Era para él una pieza bastante familiar, y su esposa e hijos se sentían müy satisfechos de leerlo. No había podido conseguir una copia de la Biblia completa en español, pero en su carta dice, logró obtener una por medio de un amigo, que la compró en Lima, en la época de la venta del Sr. Lynch. Cuando estuvimos juntos en Trujillo, le hablé repetidamente, de la importancia de hacer todo lo posible para que la palabra de Dios pueda seguir libremente su curso, para que pueda ser glorificada en la mejor forma posible. Estuvo completamente de acuerdo con esto, y dispuesto a actuar inmediatamente. Me dijo, que conocía personalmente a la mayoría de los pá– rrocos de los distintos distritos de la extensa provincia de Truj1- llo, que tiene una población de cerca de 300.000 almas. Prometió escribir sobre esto a cada uno de ellos, y estaba seguro que, en respuesta a sus cartas, le pedirían un buen número de ejemplare':. de las Escrituras. Por mi parte, le prometí, que lo abastecería muy pronto y ampliamente, con el Nuevo Testamento, y con las Biblias tan pronto pudiera tener una buena provisión de Ingla– terra. A mi regreso a Lima, le envié 50 Nuevos Testamentos en es· pañol, algunos ejemplares del informe anual de la Sociedad, algu– nos folletos religiosos, etc. Se enviaron bajo el cuidado particu– lar de un amigo mutuo, quien iba para Santa, de donde los en– viaría por tierra a Trujillo.. Esto sucedía en momentos de uno de nuestros levantamien– tos civiles, y, cuando nuestro amigo llegó a Santa, todas las comu– nicaciones estaban cerradas entre este lugar y Trujillo. De Santa viajó por mar a Guayaquil, y como no encontrara el momento oportuno para enviar los libros a Trujillo, 1os vendió. allí, y le es– cribió a nuestro amigo, que él arreglaría conmigo el precio de todo. Esta fue una gran decepción para el Sr. O'Donovan, que es

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