Relaciones de viajeros

66 ESTUARDO NU.r'l:EZ abiertas. Ahora, seguí diciendo, el apóstol Pedro fue honrado por el Señor, para abrir las puertas del reino de los cielos, en primer 1ugar a los judíos, lo que hizo en el sermón de Pentecostés, y por lo cual, tres mil de ellos, entraron a la Iglesia de una sola vez. Luego, fue también honrado por abrir las puertas de la fe a los Gentiles, comisionado especialmente por el Cielo para efectuar tal acto. Habiendo, entonces, abierto las puertas de los cielos a los judíos y a los gentiles, no había necesidad de volver a usar las llaves. Los Apóstoles del Señor, en referencia a la autoridad en la iglesia, estaban exactamente al mismo nivel, y ninguno era supe– rior o inferior. Y, ahora, continué, referente a lo que estábamos hablando antes, es decir, al perdón de los pecados, yo concibo que los Apóstoles podían hacerlo, solamente, haciendo conocer el mensaje de paz y reconciliación a sus amigos pecadores, y decla- rando, en el nombre de su Maestro, a todos los que creían en su testimonio, la remisión de sus pecados como consecuencia de sus creencias. Por otra parte, ellos retenían los pecados del hombre, declarando a todos los que no creían en su testimonio, que la ira de Dios persistiría sobre ellos. Además dije, referente a los sucesores de los Apóstoles, creo, estrictamente hablando, que no tenían ninguno, ni alguno fue so– licitado. Durante su vida, ellos ejercitaron su autoridad, y cum– plieron su cometido en la forma que he dicho. Y sabiendo que no continuarían en la tierra por largo tiempo, y estando deseosos que las sagradas verdades que ellos predicaban ante los hombres se re– cordaran siempre, las depositaron en sus escritos, y estos escritos permanecen hasta hoy día, gracias a la bendición de Dios. De esta manera, los Apóstoles han hecho legado de sus propios escritos a sus sucesores, y así, a través de ellos, han continuado ha– blándole a la humanidad. Aún manifiestan el mensaje de recon– ciliación, y los pecadores que remiten ·sus pecados, serán perdo– nados, y los que los retienen, serán retenidos. Remarqué un poco antes, continué, que había a riesgo de ellos, el que los Apóstoles actuarán en otra forma en el perdonar y rete– ner los pecados, y ahora añado, que es a riesgo de los hombres el recibir la remisión de los pecados, en alguna otra forma que la que los Apóstoles pensaron. En el día del gran acontecimiento que nos espera a todos, se declarará con qué autoridad y funda– mento hemos gozado de paz con este grave e importante asunto. Las piedras preciosas, el oro y la plata, resistirán el fuego que

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