Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 67 tratará de abrasarlos, pero la madera, el heno y el rastrojo, ar– derán. Cuando yo terminé las observaciones que acabo de mencionar, mi amigo tornó a hablar en su turno, y estableció su punto de vis– ta sobre estos tópicos con gran claridad y elocuencia. Dijo así: Mi querido señor, referente a la explicación del pasaje sobre el cual Ud. acaba de dar su opinión, y, también, referente a la ex– plicación de las Escrituras en general, yo concibo, que nuestro mej or método y el más seguro, consiste en haber recurrido a la explicación uniforme y al juicio uniforme de la iglesia. Si cada uno tiene la libertad de formarse su propia opinión del significado de las Escrituras, habrá casi el mismo número de opiniones como hay individuos. Atestiguando las divisiones que existen dentro de los protestantes, a consecueucia de esta libertad que ellos se toman para explicar la Escritura, cada uno se presen– ta a sí mismo mejor que el otro. Unos creen ciertas cosas, otros las niegan, y los terceros creen algo diferente de los anteriores. Cada verdad en la Escritura, ha sido, de esta manera, de– fendida y objetada, y hecha ped&zos por este principio en que cada uno explica de acuerdo a sus principios y a su fantasía. Ba– jo estas circunstancias, qué consuelo es tener una autoridad a la cual podemos recurrir en todos los casos, y con cuya decisión po– demos quedar plenamente satisfechos. Esta autoridad es la Iglesia, la que Jesucristo ha investido con plenos poderes sobre todos estos puntos. En consecuencia, las nobles verdades de nuestra religión, continúan como estuvie– ron en el principio. El juicio de la Iglesia no ha variado nunca, como sucedió entre los protestantes y tampoco puede variar. Nosotros tenemos la promesa de Jesucristo de que él estará con su Iglesia, hasta el final del mundo, y que todo lo que se ata– re en la tierra, será también atado en el cielo, y que todo lo que se desatare en la tierra, será también desatado en el cielo. Mi que– rido amigo, ahí está nuestro fundamento, ahí está nuestra autori– dad y fe y consuelo. La Iglesia Católica ha continuado de igual manera desde la época de los Apóstoles, y ha tenido una ininterrumpida sucesión de obispos, desde San Pedro hasta nuestros días. Los protestantes no pueden argüir tal sucesión. Ellos son solamente una secta que dejó la iglesia hace uno o dos siglos, y aún ocupan una pequeña parte del mundo; mientras que la Iglesia Católica, que desciende de los Apóstoles, se ha desparramado por todas partes, y sus doc– trinas han continuado puras e incorruptas desde un principio has-
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