Relaciones de viajeros

RELACIONES DE VIAJEROS 71 mos; veamos también en qué estamos de acuerdo . Creo, dij e, qu~ la humanidad está compuesta de pecadores que necesitan un Sal– vador. Creo que Dios tuvo piedad de nuestra raza, y envió al úni– co Hijo que había engendrado para investigar y salvar a los per– didos . Creo q e Jesucristo es el verdadero Mediador y Salvador del género humano, y que no hay otra persona en el cielo que pueda salvarnos. Creo, sinceramente, en Jesucristo como mi Se– ñor y Redentor, continué diciendo, y deseo, también, conocer to– dos los preceptos y enseñanzas para que mis pensamientos, pa– labras y actos estén conformes a los suyos. Luego le dij ~, ¿no es esto exactamente lo que Ud. piensa? Dijo que así era. Entonces, repliqué, ¿no podríamos mirarnos el uno al otro como condiscípulos, y esperar, si persistimos, que el Señor nos dé a ambos la recompensa que él ha prometido a todo el que lo ama? Aquí pareció vacilar y no dio una respuesta direc– ta. Ud. ve que yo estaba tocando el punto de que no había salva– c·ón fuera de su ig esia. Dijo que estaba bien lo que yo había es– tablecido referente a mi fe pero que había algo más que era ne– cesario y, diciendo eso, pareció divagar un poco o, por lo menos, no habló directamente sobre ese punto que era el que estábamos tratando. Mi querido señor, dije, roguemos porque definamos este asun– to. Tenga la bondad de expresarse libremente; diga lo que yo to– davía deseo, lo que aún debo creer para lograr la vida eterna, des– pués de lo que he expresado. ¿No concede el Señor la vida eterna a todos los que piensan lo que he expuesto en mis creencias? ¿Y los Apóstoles, de acuerdo a los poderes con que fueron investidos, no remitían los pecados de aquéllos que creían y actuaban de la ma– nera que he dicho? Dijo, entonces, algo acerca de creer, de la ne– cesidad de creer en la Iglesia con el fin de obtener la salvación. ¿No puedo conseguir la salvación sin ello?, pregunté. Tenga cui– dado de no poner en el camino hacia el cielo, los obstáculos que el Dios de nuestra salvación no ha colocado. Estrecha es la puer– ta y angosto el camino que conduce a la vida; le ruego, pues, no llene de obstáculos esta angosta senda. Que el Señor y sus Após– toles nos guíen en esto y en todo lo que concierne al reino de Dios. Al llegar a este punto, encontramos que el tiempo había pa– sado y que habíamos estado, aproximadamente, dos horas en una conversación muy amistosa. Como mi amigo no podía quedarse más tiempo pusimos fin a la conversación en este punto, en el que él establecía que era necesario que yo creyera en la iglesia,

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