Relaciones de viajeros

72 ESTUARDO NU:REZ si es que quería obtener la salvación. Cuando terminamos la dis cusión, se levantó y mientras lo acompañaba fuera, puso los bra– zos alrededor de mí y dijo: "Confiemos en que aún estemos uni– dos y seamos hermanos en Nuestro Señor (fesucristo 11 • He alargado mi explicación sobre esta entrevista, quizás in· necesariamente, y puede ser que Ud. se haya cansado. Como ex– cusa le diría que yo me sentía verdaderamente interesado en ~~ conversación, y mi intención ha sido hacerlo participar en ella, ya que creo que lo que interesa y agrada a uno, no es desagrada– ble ni falto de interés al otro. Sin embargo, sucede muy a menu– do que lo que nos interesa en una conversación o narración, pier– de su efecto en los otros por la manera imperfecta de repetirla. Este es, probablemente, el caso en este preciso instante, pero dejo a Ud . para que lo juzgue. Antes de concluir, sólo tengo que observar que el punto en discusión entre nosotros, se reduce ahora a límites muy estre– chos, y que mi principal intención fue llevarlo justo a este punto, al que no era adverso. Como dije al principio, él es un hombre de talento y de claro entendimiento. No le prometo poder concluir con el tema en una próxima conversación, no obstante la precisión y honestidad de mi buen amigo. Ud. sabe que hay muchas cosas que pueden impedir Jo previsto de antemano. Debo, sin embargo, tratar de probarle, en primer lugar, que la iglesia de Roma y otras iglesias en la época de los Apóstoles, contenían las doctrinas y seguían las prácticas compr.endidas en el Nuevo Testamento. Con estas doctrinas, com– pararé luego las doctrinas de la iglesia de Roma en la actualidad. Y si puedo demostrar alguna diferencia entre ellas, pienso que un juicio imparcial me daría la razón. De este modo, habré probado que la iglesia ha variado y, por lo tanto, que esos pasajes a que se refiere no deben haber sido bien interpretados por los escritores romanos, y que no se apli– can a su iglesia, cuya infalibilidad debe, naturalmente, caer de su base, de acuerdo a los principios establecidos en la conversación precedente. Como la justicia no estaría a mi favor, pasaré a demostrar, por medio de los escritores eclesiásticos, que las doctrinas de la iglesia de Roma difieren actualmente de lo que fueron en los dos primeros siglos y aun en los posteriores. De este modo espero llegar a la misma conclusión anterior y, así refutar las ideas de mi amigo referentes al punto que dice que la iglesia nunca ha variado, y todo esto, con los mismos medios que él dispone.

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