Relaciones de viajeros

78 ESTUARDO NU:&EZ En la carta ya mencionada, informé sobre lo que pasó con 50 copias del Nuevo Testamento que yo había enviado a Trujillo hace algún tiempo. Mencioné la imposibilidad de transportarlas a Trujillo dadas las circunstancias existentes en ese lugar, y que, en consecuencia, fueron llevadas a Guayaquil. Desde entonces, re– cibí una carta muy agradable referente a la llegada de los ejem– plares a ese lugar, y de la cual presento el siguiente extracto. "Es con el mayor placer que me siento a escribirle estas po· cas líneas, para informarle sobre el hambre y la sed por la pala– bra de Dios, que existe en este lugar del mundo. Ud. debe recor– dar que la última vez que dejé Lima, Ud. me dio una caja conte– niendo opúsculos y Testamentos para el Dr. O'Donovan en Truji– llo, pero del lugar donde estaba no podía hacer llegar la caja a Tru– jillo, y como no nos estaba permitido entrar al puerto, consecuen– temente nos vimos obligados a proseguir viaje a Guayaquil''. "De ahí le escribí diciendo que yo iba con destino a México, pe– ro como los negocios no lo permitían, hice un viaje de negocios a Jipijapi, Monte Cristo, y a la bahía de Caracas. Pero antes de de– jar Guayaquil, alguien tuvo conocimiento de que yo tenía los Tes– tamentos, y entonces, la demanda por ellos fue tan grande, que es· tuvo fuera de mi alcance el poder salvar algunos de ellos para lle– varlos a los otros lugares mencionados, tal como era mi intención; como no tenía una plausible oportunidad de poder enviárselos al Sr. O'Donovan, pensé que era mejor circularlos y no dejar que tal tesoro ·se mantuviera escondido en la oscuridad". "Y estoy convencido que, en general, se le considera un tesoro; pasando por las calles de Guayaquil, no una ni dos veces sino casi todos los días . he visto con placer a los tenderos y a la pobre gente que tiene puestos de venta, leer el sagrado Evangelio de Nuestro Se– ñor y Salvador Jesucristo . Si yo hubiera tenido otra cantidad diez veces mayor de libros, estoy persuadido que los hubiera podido ven– der todos". "A mi llegada a este puerto (Monte Cristo, latitud 3. sur), no te– nía Testamentos sino solamente unos pocos opúsculos y algunas de las instrucciones del sistema de enseñanza Lancaster; di estos últi– mos a diferentes maestros de escuela, al igual que algunos opúsculos. Fue asombroso y a la vez placentero, ver, un día o dos después que se enteraron que yo tenía los opúsculos abordo, cómo la gente joven y de edad se me acercaba en la calle, o iba a mi alojamiento, pidién– dome que les diera o vendiera un ejemplar a ellos". "Había un opúsculo en particular, que fue enviado a un cura a 20 leguas de distancia; en mi camino a uno de los pueblos interiores

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