Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 87 el 14; y no deseando dejar pretexto alguno al Protector para pedir la incorporación de Guayaquil al Perú, se apresuró en declarar a las autoridades y a la población que Guayaquil pertenecía a Colombia, formando parte integrante de la Repúbl" ca colombiana. Inmediata– mente, y por orden suya, el pabellón y las armas de Colombia vinie– ron a reemplazar los colores de la pequeña república. San Martín quedó muy sorprendido, al llegar a la Puná, al saber que el nudo gordiano había sido cortado por Bolívar, mas otros inte– reses todavía más grandes hicieron que continuara su viaje, llegando a Guayaquil triste y descontento, y hasta pensando que esta entre– vista, de la que había esperado los más felices resultados, sería el fin de su carrera política. Stevenson, Miller y Baralt confiesan en sus obras que ignoran los asuntos tratados entre los dos libertadores de la América españo– la, no habiendo tenido la posibilidad de levantar el velo que los cubría. Yo he sido más afortunado, habiendo podido remontar hasta las fuentes mismas. He aquí los informes que obtuve del genera'! San Martín y del edecán de Bolívar, que fungía de secretario suyo en esa ocasión. San Martín deseaba tres puntos principales: 1?-La incorporación de Guayaquil al Perú; 2?-El reemplazo de los soldados muertos en la división peruana durante la campaña de Quito; 3?-Los medios para llegar a la conclusión de la guerra en el Perú. Este último punto era el que más interesaba. Preveía la difi– cultad de terminar la guerra prontamente, a menos que no hubiese ayuda de las fuerzas colombianas. Las divisiones de Chile y Buenos Aires estaban reducidas a la mitad. En cuanto a las tropas perua– nas, acababa de tener él, en lea, una triste experiencia de su coraje y capacidad. Esperaba, pues, que el gobierno de Colombia, libre de enemigos, pondría sus tropas, en interés de la independencia americana, a dis– posición del gobierno peruano, y que hasta las vería con placer fuera del territorio de la República, ya que, durante este lapso, no estarían a la merced de los ambiciosos que pretendiesen suscitar dificultades a la legislatura. Ellas liberarían al Estado de una carga muy pesada, puesto que serían mantenidas y pagadas por el Perú. El primer punto no fue ni siquiera debatido. Si Bolívar había pisoteado los intereses de Guayaquil, privándole de su independen– cia, tendría que estar poco dispuesto para favorecer los del Perú.
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