Relaciones de viajeros
178 ESTUARDO NU~EZ los jefes para esta ceremonia fueron premiadas por ellos respectiva– mente con gobiernos menores en el Perú, siendo esta la costumbre general; de manera que el primero y el último acto de un virrey eran para conferir un favor a algún protegido. A la mañana siguien– te, el virrey marqués de Avilés tuvo una entrevista con su sucesor Abascal, pero retornó para almorzar en el palacio, mientras su su– cesor participaba de una espléndida comida en Manzanilla, a la cual la nobleza principal estaba invitada. En la tarde, el virrey Avilés fue con gran pompa a reunirse con Abascal; se encontraron en el camino y cada cual se bajó de su carro. Avilés presentó aquí a Abascal un bastón de mango de oro, la insignia del gobierno del reino y luego subieron cada uno a la calesa del otro y entraron en la ciudad, que para esta ocasión estaba espléndidamente adornada, estando todas las calles por las que pasab~n engalanadas con tapi– cería, cortinas de seda y otros alegres ornamentos. Los campanarios de las iglesias fueron adornados con banderas y todas las campanas repicaron. Cuando el Virrey, Marqués de la Palata, entró en Lima en 1682, las calles por las cuales pasó el cortejo fueron adoquinadas con planchas de plata. El nuevo virrey marchó a su palacio, donde uno de los alcaldes esperaba especialmente su llegada y lo r~cibió y reconoció como virrey en esa parte de la ciudad. Al día siguiente, todas las cortes, civiles y eclesiásticas, comunidades y corporaciones lo visitaron y a las diez lo acompañaron a la catedral, donde se cantó el Te Deum. A su retorno al palacio, el arzobispo visitó al virrey, quien in– mediatamente después devolvió el cumplido; ésta es la única visíta que solía pagar el virrey. A las doce, el nuevo virrey fue de su despacho a la cámara de la Audiencia y tomó el juramento de estilo. El virrey Abascal lo colmó con muchas ceremonias que Pezuela no hizo. Debo por lo tanto anotarlas abajo. Pocos días después de la llegada de Pezuela a Lima, fue fijado un día para su entrada a palacio. Las calles y campanas fueron adornadas, así como los edificios públicos, comprendiendo además varios arcos triunfales y uno con puertas fue colocado cerca de la iglesia de Montserrate, cerca de la muralla de la ciudad. El virrey dejó la ciudad temprano en la mañana para ir al Callao a visitar las fortificaciones. A las nueve regresó y habiendo llegado a la puerta que estaba cerrada, el capitán de la escolta descabalgó y tocó; el capitán de la guardia preguntó inmediatamente, después de abrir la puerta trasera, que ¿quién estaba allí? siendo contestado que era el virrey y capitán general del reino, por lo cual cerró la puerta trasera. El alcalde principal avanzó entonces y pasó la puerta y el virrey bajó
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