Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 179 de su caballo y la puerta principal fue abierta de par en par. El alcalde presentó entonces la llave de oro al virrey, quien junto con su chamberlán, palafrenero, capellán, médico y pajes, montados ~obre sus caballos, alegremente aparejados, ingresaron a la ciudad y la procesión comenzó en el siguiente orden: La caballería, cuatro piezas de artillería y los necesarios hom bres de la artillería; la milicia de la ciudad; las tropas de línea; los colegios, la Universidad, los profesores vestidos con los uniformes de sus respectivas profesiones; el Tribunal de Cuentas, todos los miembros de la Audiencia, con su togas y golas, montados en sus caballos, cubiertos con terciopelo negro con adornos; la magistratu– ra luciendo trajes de terciopelo escarlata con brocados del mismo color y pequeños casquetes negros sobre sus cabezas. Ocho miem– bros de la corporación, regidores, caminaban sosteniendo un ele– gante palio de color escarlata y oro sobre la cabeza del virrey a ca· ballo, y los dos alcaldes en sus trajes magisteriales, actuaban como caballerizos mayores de su Excelencia manteniendo en sus manos las riendas de su caballo. La cabalgata en su totalidad era cerrada por la guardia del cuerpo de los alabarderos y los de la caballería. Pasaron a través de varias de las principales calles, y pararon en la plaza mayor, al frente de la catedral, donde el arzobispo y el capellán recibieron al virrey como vice-patrón, y uno de los canóni– gos menores le ofreció incienso en la puerta. Estando sentado, se cantó el Te Deum, después de lo cual el virrey montó su caballo y siguió a su palacio, donde le fue ofrecido por la ciudad un espléndi– do banquete. En la noche de éste y en los dos días siguientes, se dieron grandes bailes en el palacio a la nobleza, siendo concedida la libre admisión a las tapadas para pasar a las galerías, corredores y jardines. Las tapadas eran mujeres no invitadas, o cuyo rango no les permitía aparecer en público, pero que venían a la fiesta cubiertas, a fin de evitar el ser conocidas y a menudo se escu– chaba entre ellas un gran despliegue de vivacidad y vivo ingenio. Esta manera de estar presente la mujer en cualquier acontecimiento público es general en Sud América y es casi imposible de evitarlo. Tres días de corridas de toros fueron programados en honor del virrey y dos en honor al embajador que trajo las nuevas de su llegada; todo por cuenta del cabildo. Las corridas fueron llevadas a cabo en la plaza mayor, que era convertida en circo ocasional; había también otras actuaciones de teatro en las noches de los mis– mos días. La Universidad preparó en honor de Pezuela un concurso poé– tico dispuesto para mostrar el ingenio y el aprendizaje de los profe-
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