Relaciones de viajeros
RELACIONES DE VIAJEROS 185 res de gente de los Andes-, porque esta gente cuando viene a la costa comen grandes cantidades, debido tal vez a su bajo costo, y les produce fiebres intermitentes. disenterías, etc. La piña no es cultivada en Lima pero se trae de los valles vecinos. donde el clima es más cálido. No florece muy bien pero ciertamente lo haría si se tomara un poco más de cuidado con las plantas durante la estación cuando soplan los vientos del este, ya que estos vientos son a menu– do muy cortantes después de pasar las cordilleras. El dátil no flo– rece en Lima debido a la mjsma causa. Los huertos. como no ocurre con los de Europa, son siempre bellos, exceptuando los árboles fru1 ales extranjeros que dan un.a apa~ rienda invernal cuando sus ramas se ponen desnudas por la caída de !as hojas; pero todos los otros árboles son siempre verdes y man– tienen un aspecto primaveral durante todo el año. Las nuevas hojas toman posesión de su herencia antes de la muerte de sus predeceso– ras; y la inflorescencia y fructificación de muchos árboles siguen el ejemplo de las hojas. Domina el verde vivo de la banana o plátano y sus enormes hojas susurran con cada brisa, descubriendo sus pen– dientes ramas de fruta; el árbol de naranjo esmaltado con verde, blanco y oro; la granada, con sus campanillas de color rojo; la obs– cura chirimoya esparciendo aromas con la brisa de la noche; la tre– padora granadilla saltando de árbol en árbol en busca de soporte para sus bellas y delicadas ramas; las lujuriantes viiías arrastrán– dose sobre los enrejados y escondiendo bajo sus abrigadoras hojas sus sabrosas uvas. Todas estas plantas frutales son ciertamente de una belleza no superable pero ésta5 y todas las demás se encuentran en cada huerto del valle en el cual corre el río Rímac. Los jardines de flores tienen aquí casi todas las variedades co· munes en nuestros jardines de Inglaterra, exceptuando las familias de las ranunculáceas y tulipanes, ninguna de las cuales he visto en lugar alguno de Sud-América; en efecto, el clima es bastante favora– ble para todas las clases de vegetación, sobre todo donde el agua puede conseguirse para la irrigación de las plantas que requieren de poco cuidado; pero a éstas se les da menos cuidado del que necesi– tan. Las damas son apasionadamente aficionadas a las flores y pa– gan muy altas sumas de dinero por ellas. He sabido que por un lirio blanco un poco fuera de la estación, se pagó el precio de ocho dó– lares y por jacintos dos o tres dólares cada uno; y estoy seguro que un hábil jardinero y florista que llevara a Lima una buena cantidad de semillas o codos, podría amasar pronto una considerable fortu– na. Además he observado que la generalidad de las flores de planta<> indígenas son amarillas y es un decir común "oro en la costa, plata
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