Relaciones de viajeros
12 ESTUARDO NU~EZ esperanzas de que Fernando el Amado no olvide sus sacrificios y el de su s h ijos, que han consumido todo su patrimonio por su cau- sa. Mas ¡cuán quimérica es la protección por ese lado! · Nació don Pedro Antonio de Olañeta, en Elgueta, provincia de Viscaya, en 29 de junio de 1777, partiendo para América a los doce años de edad, y se alistó en el ejército como comandante de rifle– ros baj o las ór denes de Goyeneche. Propietario principal de las ri– cas minas de Charomo, puso todos su recursos e intereses a dis– posición de la causa realista. Distinguióse en la acción de Ayohuma, baj o las órdenes del virrey Pezuela, general en jefe de aquel enton– ces . Fue ascendido a coronel y más tarde a brigadier general, en r ecompensa de su conducta en Viluma cerca de Cochabamba, don– de dio en tierra con el último esfuerzo de los porteños que trata– ban de dominar el Alto Perú. Después de la batalla de Ayacucho, su actuación desenvolvióse en constante incertidumbre hasta su muerte. En cierta ocasión entró en correspondencia con el general Sucre y aunque le propusiera, el distinguido oficial patriota, sal– varle generosamente la vida y hacienda, ni aceptó comprometer su honor con tal solicitud, ni así dañar la causa del rey, perdida irre– misiblemente por otra parte. Independientemente del ejército de Sucre, avanzaba sobre él desde Salta y otros puntos de las Provin– cias Unidas una fuerza considerable; sólo puede, pues, encontrar– se explicación de su conducta en la esperanza de un milagro que le sacara de apuro, a manera de los españoles, o bien en la supo– sición de una capitulación honrosa con el general Arenales, en Sal– ta. Sus tropas, sin embargo, encararon el asunto bajo otro aspec– to. Consideraron perdida toda esperanza; Medina Celi, segundo co– mandante, levantóse en arme1.s contra su jefe, tras un pretexto fútil. Combatió Olañeta hasta el último momento, acompañado por algu– nos fieles amigos, pero herido a eso de las cuatro de la tarde, el 30 de marzo , murió a las cinco de la mañana siguiente. Junto con él murió la última esperanza de los godos en el Alto Perú.
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