Relaciones de viajeros

14 ESTUARDO NU~EZ que se alzaban hasta los mismos cielos. Este camino parecía des– garrón convulsivo hecho por la naturaleza: por fin acampamos cer– ca de un arroyo delicioso, donde algo, aunque poco, crecia para que picasen las hambrientas mulas, y donde, a falta de otra leña, nos vimos precisados a usar bosta de las mulas de nuestro amigo,, que habían descansado en el mismo sitio la noche anterior; con ésta calentamos la pava. Empleamos seis horas en recorrer las tres leguas mencionadas. El 19 de noviembre~ tuvimos helada nocturna y ésta, con la es– casez de pasto para las mulas, nos hizo amanecer a todos descon– tentos. Aquel día hicimos progreso tolerable de siete leguas, atra– vesando las montañas más asombrosamente estupendas, cuya ho– rrenda grandiosidad no igualaba a nada que yo antes hubiese vis- to. El día entero mis ojos no pudieron reposar en otro objeto que su estéril inmensidad. Al caer la noche, tuvimos vista de la hoyada de un valle cubierto de césped, hacia el que los pobres animales trotaron ligeros, como si lo hubiesen olfateado desde lejos. Un arro– yo corría por el centro de esta hoyada, llamada Cañada de los Frai– les, por las altas montañas que la circundan. Encontramos la noche intensamente fría, pero hicimos lo mejor posible para en– cender fuego con bosta de mula y algunos huesos de osamentas. El 20 salimos a eso de las 8 a. m., medio helados. Las mulas sufrieron mucho y el guía mostróse aprensivo, a causa del cariz de las densas nubes que envolvían las cumbres de las montañas, de que nos tomase un temporal de los comunes en la cordillera en esta estación, y ciertamente fatal para las mulas si lo encontrásemos. Por tanto apuramos muy duro a los desgraciados animales, y cru– zamos la más alta cadena pasable de los Andes en esta sección, a las 3 p. m. En la base de los Frailes al oeste y a corta distancia del arroyo (que ha hecho el sitio relativamente fértil como se podía ver por las llamas, guanacos y ciervos pastando en tropas) está un notable y lindo busto natural de un galgo italiano, de tamaño her– cúleo, con la lengua afuera y al parecer casi vivo. Observamos, en el curso del día, otra curiosidad semejante en una roca, la sem– blanza de un león vista al acercarse, y así continuaba hasta encon– trarnos frente a él, cuando apareció bastante disforme, una sim– ple masa sin forma. De la cumbre de esta cordillera se derrama un torrente con fuerza impetuosa, el agua fluía dividiéndose a ca– da lado hacia los llanos inferiores. Alpacas y llamas cargadas de sal, indicaban alguna población no distante. La tarde nos llevó a una aldea india, llamada Caliente, situada en un lugar bajo que prow

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx